Queridos hijos, os invito a que con plena confianza y alegría bendigáis el Nombre del Señor, y que día a día le agradezcáis, desde el corazón, por Su gran amor. Mi Hijo, mediante ese amor que mostró con la cruz, os ha dado la posibilidad de que todo os sea perdonado, que no os debáis avergonzar y ocultar, y que por temor, no le abráis la puerta de vuestro corazón a mi Hijo. Por el contrario, hijos míos, reconciliaos con el Padre Celestial para que os podáis amar a vosotros mismos, como mi Hijo os ama. Cuando os améis a vosotros mismos, podréis amar a los demás, podréis ver a mi Hijo en los demás y reconocer la grandeza de Su amor. ¡Vivid en la fe! Mi Hijo, a través de mí, os prepara para las obras que él quiere realizar a través de vosotros, a través de quienes desea ser glorificado. Dadle gracias. En especial, dadle gracias por los pastores, por vuestros mediadores en la reconciliación con el Padre Celestial. Yo os doy gracias a vosotros, mis hijos. Gracias.