No puedo dejar de compartir lo vivido en esta nueva peregrinación a Medjugorje tanto para mi marido, Miguel, como para mí. Antes de partir nos encomendamos a la Gospa para que la peregrinación diera los frutos necesarios, y, en esta ocasión como siempre, creo que los ha dado, estando seguros de recibir el ciento por uno.
Comienza nuestra peregrinación en el aeropuerto de San Pablo – Sevilla. Entre saludos, caras nuevas y otras menos nuevas, pasaportes, tarjetas de embarque, una figura que siempre nos acompaña, Diego García, situado en el mostrador de la facturación, nuestro Diego, informando y repartiendo, con una cara de felicidad inalterable la guía del peregrino, y sobre el mostrador la pantalla con el rótulo luminoso anunciador de la salida del vuelo con llegada a Split y, coloreado en rojo, MEDJUGORJE como destino.
Despega el avión (chárter desde Sevilla, impensable para nosotros hace no tanto tiempo) y la cara de felicidad de todos era indescriptible. En los primeros asientos nuestros cuatro sacerdotes; el ya veterano P. Juan, los dos padres Legionarios de Cristo, Borja y Jorge y el P. Jesús. Don Juan se hace con el micrófono y encomienda el buen viaje a los Santos Rafael y Gabriel. Entre conversaciones, sueños y bromas solicitamos a la azafata que traslade al piloto del avión nuestro deseo de que uno de los sacerdotes pueda entrar en cabina para estar en primera línea en el aterrizaje de la aeronave; normalmente se concede el permiso. Con más potencia y precisión que nunca aterrizamos en tierras croatas.
Fuera de la terminal somos recibidos por las dos guías más guapas que hay en Medjugorje, Diana y Filka, quienes nos acomodan en los autobuses e informan de algunos aspectos culturales, históricos y religiosos del destino que nos espera. Y así, unidos todos con la oración del Santo Rosario, llegamos a Medjugorje.
Tras dejar las maletas en el vestíbulo de la residencia (MAGNIFICAT – donde Marija ofrece habitualmente su testimonio, en unos casos o TONI en otros), nos disponemos a tomar la primera comida, no sin antes bendecir y agradecer los alimentos. Cuando finalizamos, cada uno va su habitación y quedamos citados para dirigirnos a la parroquia en donde, a las cinco de la tarde, tienen lugar los oficios vespertinos, con el rezo del santo rosario, la posterior celebración de la misa, finalizando con la oración de sanación del alma y del cuerpo.
Pisar de nuevo la explanada parroquial, aún con frío, fue casi como pisar el Cielo. Todo el espacio resulta sacramentado, los confesionarios, el altar con la afluencia masiva de sacerdotes, el color del cielo, el canto de los pájaros, las dos altivas torres de la parroquia anunciando con sus campanas a las 17,40, que baja la Madre de Dios … momento en que se para el tiempo, mientras caemos de rodillas con su repite al son del Himno de Medjugorje… Hoy venimos, buena Madre/De lugares diferentes, /A traerte nuestras penas/Y plegarias muy fervientes/Dulce Reina de la Paz/Tu sonrisa nos consuela/Tu mensaje oh, María/El amor de Dios revela.
Al finalizar la Santa Misa el párroco (Fray Marinko) comienza a realizar las oraciones de sanación del cuerpo y el alma, oraciones con las que todos los parroquianos nos vamos sintiendo identificados, con una voz suave que te va envolviendo, atrapado por el espíritu sanador que el Señor envía a sus hijos para que encuentren alivio y consuelo.Concluido el oficio nos vamos uniendo por grupos para compartir la cena y las experiencias que cada uno va experimentando tras la intensa tarde de oración.
Esa misma noche hay personas del grupo que no se resisten a subir al Monte de las Apariciones, con la finalidad, tras el rezo del Santo Rosario en sus misterios gozosos, de tener el encuentro con la madre que, como siempre, nos espera. Cada misterio que rezamos, entre piedras, se va ofreciendo por las distintas intenciones que llevamos. Es un momento intenso, en el que abrimos el corazón a María, presentamos peticiones, por enfermos, familias, sacerdotes, por los que no han podido venir. También es tiempo de dar las gracias por encontrarnos de nuevo allí con la Madre, de renovar nuestros propósitos de sacrificio y sobre todo de estar unidos los hijos en la Madre sabiendo que nos ama. En la Quinta Estación gozosa, en la que el “Niño se pierde….”, y mirando a la derecha, se vislumbra alzada sobre un pedestal la imagen blanca, de niña blanca, que con su mano derecha sobre el corazón, te extiende la otra y pide que te acerques para encontrar la PAZ. Pide que te abandones a Ella, que reposes en Ella. Te susurra que te ama, que te espera. Y en el silencio absoluto de la noche, la brisa te inunda de una felicidad y una seguridad absolutas; y resuenan en tu corazón sus palabras: “queridos hijos….. hijitos míos……, convertiros, orad por la paz, por los que no conocen el amor de Dios…”
Amanece un nuevo día. Asistimos a charlas de los sacerdotes de la parroquia. Posteriormente una de las guías que nos acompaña nos cuenta la historia del pueblo; nos indica cuáles son los lugares de oración, nos narra los milagros de sanaciones físicas y espirituales que por miles se suceden, nos refiere las innumerables comuniones que por año se reparten, y que gracias a Dios van aumentando, la cantidad de vocaciones a la vida religiosa que nacen en ese lugar, las conversiones, parece que se nos infunde el don de sabiduría, el don de fortaleza, el don de la verdad, el don de la oración, el Espíritu Santo actúa activamente como un motor a millones de revoluciones, como la centrifugadora de una lavadora Te limpia, renueva e ilumina; sales fortalecido, esperanzado, con nuevos propósitos de SANTIDAD, para ayudar a María a llevar a todos sus hijos al CIELO.
Durante la noche se forma un revuelo en la pensión, pues unos y otros nos preguntamos ¿vais a pasar la noche en el monte a esperar que venga María?, yo voy…, hará frio?. Yo me iré temprano…. ¿dónde os vais a situar? Los sacerdotes se ponen nerviosos, pues ellos estarán junto a Mirjana, la vidente. Empezamos a encomendarles nuestras intenciones. Por fin, tras amanecer se marchan junto a la guía y a su llegada los peregrinos les van abriendo camino, pues ellos son sus hijos predilectos….. Ya al pie del monte, la concentración de personas es impresionante y todos juntos unidos en una sola oración, EL SANTO ROSARIO, las avemarías se van sucediendo una tras otra, los cantos suben al cielo para que la Madre escuche que allí están sus hijos esperando el mensaje para la humanidad, que la esperamos con anhelo, miramos al cielo como si La estuviéramos viendo bajar acompañada de sus Ángeles, de pronto la cara de Mirjana se transforma, abre sus celestes ojos y se ilumina por completo su rosto pleno de dulzura y admiración … “ si pudiera irme con ella” ha dicho tantas veces…. ¡Sí ¡ !La Virgen María baja a la tierra, allí en un lugar concreto junto a la Cruz Azul en el Monte de Podbrdo!, ¡Si, allí está rezando con nosotros, bendiciéndonos, escuchando nuestras oraciones, y plegarias! Ella nos ve, nos bendice, sonríe, pero también nos dice que seamos luz del mundo, sus apóstoles.
Siempre en este momento surge en mi interior un pensamiento: Dios mío que agradecida tengo que estar por ser una de tus elegidas para testimoniar que en este lugar estuve cuando vino la Virgen recibiendo gracias especiales. En efecto, GRACIAS ESPECIALES pues la Virgen te llama para acudir ante su presencia y luego en tu familia, en tu hogar, en tu trabajo seas su mano extendida. Ella te bendice e irradia la fuerza necesaria para no decaer, para caminar a su lado. Aprovechas ese momento para consagrarte a María, para consagrarle tus seres queridos, para decirle que “lo que por nadie haría por ti lo haré yo Madre mía”, con el mismo lema con el que me comprometí cuando recibí la medalla de Hija de María y del Sagrado Corazón de Jesús un 24 de mayo de 1.981, siendo entonces muy niña. Algún día cuando estos acontecimientos desaparezcan, podré decir que allí estuve, que así era el monte, los peregrinos que acudían, lo que escuché, lo que sentí, lo que mis ojos vieron ….un pedacito de Cielo en la Tierra.
Si este monte es gozoso, es el de la Virgen, la Virgen Blanca….desde allí bajando, a la izquierda, se ve el Monte de la Cruz, monte del vía crucis, monte calvario. Subir el Monte de la mano del vía crucis que en su día escribiera el padre Slavko, es unirnos toda la peregrinación a los pies de Cristo y sufrir con Él desde el primer momento el pecado de la humanidad. Juntos, muy unidos, vamos subiendo la calle de la amargura y nos detenemos en las distintas estaciones, nos vamos identificando, estación tras estación, con los que le traicionaron, entregaron, condenaron a muerte, azotaron, coronaron de espinas, ultrajaron, escupieron, crucificaron, dieron vinagre por sed y lancearon su costado. Y hoy, después de dos siglos, seguimos haciendo los mismos ultrajes a todo un REDENTOR. Hay algunas estaciones que nos ayudan a aliviar tanto dolor, tanta maldad: la Verónica, el Cirineo, las santas mujeres, Nicodemo y Arimatea, San Juan, Mª Magdalena y al final su Madre, siempre la Madre…. Allí está la Cruz, orad al pie de la Cruz, arrodíllense ante la Cruz, consagradla en vuestras casas, que la cruz se torne en alegría….nos dice la Madre. Y allí de nuevo, cuando se corona la montaña, está la CRUZ como si con sus brazos extendidos abarcara toda la tierra. Allí la Cruz blanca como cuando Moisés subió al Monte recogiendo las tablas de la Ley, allí se quedan grabados los mandamientos de Dios, allí donde se transfiguró el Señor…Mi Hijo amado, Mi predilecto. Allí donde, como dice la Madre, también se reciben gracias particulares.
Como antes referí, en la explanada de la Parroquia de Santiago (para mí el lugar por excelencia de Medjugorje) acontece el MILAGRO que viene sucediendo por 2000 años en la tierra; Jesús, que se quedó con nosotros en cuerpo y alma, es ADORADO. Es el momento de entrar en otra fase, en otra dimensión. La preparación en el altar para Su adoración es exultante en perfección, se cuida la luz, la oración, el silencio, el canto. Todo queda en un estado de perfección para la hora sublime. El hombre va entrando en presencia del Altísimo, con recogimiento pleno, con ternura, la sensibilidad que todo el Creador tiene con su criatura solo puede quedar expresada con la palabra AMOR. Es la humanidad con Dios, como si estuviéramos en Divinidad. Si así es en la tierra ese cara a cara con el Santísimo Sacramento ¿cómo será el encuentro perpetuo con Dios cara a cara en el Cielo?
Y en ese marco irrepetible en el que la felicidad del hombre es plena, el Señor nos abre sus brazos, para llevarnos a él, nos sonríe, mira a su creación, a cada uno de nosotros, obras de sus dedos únicos e irrepetibles, mira nuestros corazones, sus anhelos, y, como el rocío de la mañana, esparce las gracias que nos corresponden a cada uno, según su voluntad y siempre para nuestro bien. Una legión de ángeles alaba, adora, bendice a su Señor, y María siempre a su lado, adorando con la humanidad. Es imposible describir con palabras este acontecimiento ÚNICO E IRREPETIBLE EN EL MUNDO, hay que vivirlo. En más de una ocasión he podido estar presente y vivir la Adoración Eucarística junto a unas setenta mil personas, de las que más de seiscientos eran sacerdotes. Repito ÚNICA en un lugar recóndito del mundo.
Después de este encuentro necesitas que tu corazón se purifique, se limpie, y saliendo de la explanada te topas directamente con los confesionarios. Y se te presenta una imagen que quedará grabada en tu retina, cientos de sacerdotes que “a pie de calle” con su estola y los letreros del idioma correspondiente van impartiendo en nombre de Dios el perdón de los pecados. En ocasiones las colas se hacen interminables, se para el tiempo, no hay prisas, todo un Dios te quiere perdonar y quiere olvidar tus pecados. Sí, en Medjugorje sientes la necesidad de la confesión, deseas limpiar tu interior, mirar hacia tu interior y sentirte limpia, como la Virgen Blanca, sin mancha alguna en su vestido. No en vano hay quien dijo que Medjugorje es el mayor confesionario del mundo. Contemplar los confesionarios de Medjugorje y la espiritualidad con que se recibe el perdón del Señor, la felicidad que se expresa en los rostros, el descanso en el Señor, que recoge tu pecado y te devuelve sanada, la reconciliación con Dios, con los hombres y contigo mismo, conduce a una vida plena y feliz.
Ya comenzamos a intuir que la peregrinación se acaba. Hay que volver, pero no sin antes poner compartir con el grupo nuestras vivencias, aflorando sentimientos de agradecimiento. Hay quien descubre que la Parroquia de Santiago es un ejemplo para el resto de parroquias y, como ésta, deberían funcionar el resto de las parroquias del mundo. Otros descubren el perdón de Jesús. He podido comprobar cómo hay personas que, aceptando la voluntad de Dios, asumen la enfermedad mortal que padecen. Y quien, asistiendo durante años y años al banquete de la Eucaristía, descubre en la peregrinación a Medjugorje el significado de la Misa. Y quien ve en las Sagradas escrituras la Palabra que te susurra todos los días en el oído y habla en tu corazón Hay quienes se inician en la oración con el corazón o descubren que hay un Cielo y la Madre quiere a TODOS sus hijos con ella. Y con esto me quedo yo.