Medjugorje – Virgen de Medjugorje

Y vosotros ¿quién decís que soy yo?

Imaginaos por un momento que nos encontráramos en Medjugorje y la Gospa nos preguntara: ¿Quién dicen los peregrinos que soy yo? ¿Qué contestaríamos?

Pues unos dicen que la Virgen María, otros la Madre de Dios, otros la Reina de la Paz. Otros …

¿Y vosotros? ¿Quién decís que soy yo? ¿Qué responderíamos ante tal pregunta a María?  Por otra parte no es tan extraño sentir esta pregunta dentro de tu corazón. ¿Quién es la Gospa para nosotros?

En teoría somos peregrinos, acompañamos peregrinos, miembros de grupo de oración, trabajamos para la Gospa incesantemente, seguimos (tratamos de seguir) la espiritualidad de la Reina de la Paz, pretendemos ser brazos extendidos de María. Estamos enamorados de María, para nosotros Medjugorje es una verdadera historia de amor que dirige nuestros corazones.

Pero si nos hiciera esa pregunta la Virgen María, en Medjugorje, en su casa, donde Ella vive, donde se pasea por sus calles, donde derrama su Gracia como en ningún otro lugar, de la mano del Espíritu Santo. Allí donde su corazón se une al tuyo con la fuerza del Amor que todo lo puede. En donde María te va dejando expedito el camino hacia su Hijo, como si de una partida de curling se tratase. Y vosotros ¿quién decís que soy yo?

A nosotros, que formamos parte del ejército de María, que nos instruye, nos forma, nos arma, nos anima. …

¿Y vosotros? ¿Quién decís que soy yo?

Sí, a nosotros, que nos cobija, ampara, nos protege, nos mima, nos …

Cuando estamos en Medjugorje pensamos y sentimos todo eso (que no es poco). Pero cuando volvemos a nuestra casa, a nuestro sitio, donde Dios nos ha colocado a cada uno. ¿Cuál es la respuesta a esa pregunta?

Y tú ¿quién dices que soy yo?

Tú. Mi hijo amado, mi hijo predilecto, mi escogido, mi discípulo, aquél en quién he depositado toda mi confianza. Dime ¿quién soy yo para ti?

Mira a tus adentros, escucha tus entrañas, pregúntate en los más profundo de tu ser. No mires para otro lado. No leas. No hagas un ejercicio de introspección.

Llegados a este punto, me encanta acudir a San Luis María Griñón de Monfort: Tú eres la excelente obra maestra del Altísimo, cuyo conocimiento y posesión Él ha reservado para Sí. Tú eres la Madre admirable del Hijo, que tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida para fomentar su humildad, llamándola mujer, como a una extraña, si bien en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y los hombres. Tú eres la fuente sellada en que sólo puede entrar el Espíritu Santo, de quien eres fiel esposa, eres el Santuario y descanso de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y divinamente que en ningún otro lugar del universo, y a ninguna criatura, por pura que sea, está permitido entrar en Ella sin un gran privilegio.

Esta descripción es insuperable.

Pero La Gospa sigue preguntándote, ¿y para ti quién soy?

Y no puedes responderle otra cosa que Tú, para mí, eres mi Madre. Aquélla que Jesús en la Cruz me regaló como Madre. Un regalo como Él solo sabe hacer, en el momento de su muerte en la Cruz. Mi Salvación, mi Redención, mi Justificación, y mi Madre.

Y, por si no fuera poco, continuamente me llamas para que vaya a verte, para que te sienta, para que me aconsejes, para que te coja de la mano, para que te abrace, para que me apoye en ti, para que me incline a tus pies en el fuego de tu ser, para que me impregne de ti, de tu aroma, de tu perfume, de ………….

Madre sin ti no soy nada, acepta mi consagración a ti como hijo tuyo, abre tus brazos y acéptame como hijo tuyo, con todo mi ser, con todas mis limitaciones, con tos mis defectos, con todas mis heridas, con todos mis pecados. Ya no son míos, son tuyos.

Gloria a Dios, Tu Padre, Tu hijo, mi Señor.

 

P.D. Háblale de mí y de los míos, de los tuyos.

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