Medjugorje – Virgen de Medjugorje

Un virus peor que el Covid-19

Desde hace varios días recibo mensajes y llamadas de varias personas, fieles católicos, que muy alarmados y asustados me hacen consultas, ya que manifiestan una serie de síntomas que me llevan a determinar que existe un nuevo virus espiritual que estaría haciendo más daño en las almas de los creyentes que lo que logra el Coronavirus Covid 19 en nuestros cuerpos.  Se trata del Almavirus 766.

Voy a los hechos.  Según veo, los síntomas de este nuevo virus espiritual que cunde en algunos círculos católicos de buena voluntad son los siguientes:

 

 

 

 

 

 

 

Indudablemente, desde el punto de vista espiritual, se trata de una grave y muy sutil tentación por parte del Enemigo de nuestra salvación para arrancar ramas del gran árbol de la Iglesia, para separar los sarmientos de la Vid, para hacerles creer que arrancados de la vid, los sarmientos pueden producir frutos por sí mismos (Cfr. Jn 15,1-8).  ¿Cuándo se ha visto eso?  Sólo la ceguera espiritual puede admitir eso, sólo el gran mentiroso y asesino (Cfr. Jn 8,44), puede engañar así para provocar la muerte de los hijos de Dios e hijos de la Iglesia.  Cuando falta la comunión con los legítimos pastores, la fe católica se agosta y se muere.

 

Pero el mal ya está hecho, el virus se ha esparcido con la velocidad con que se comparte un mensaje por internet, o con la rapidez con que se envía una foto por el Whatsapp. El Enemigo es astuto y sabe dividir, es su viejo arte y se aprovecha del poco discernimiento que a veces tenemos los hijos de Dios.  Los miles de vídeos, blogs y webs ‘anti Francisco’ están allí, servidos, al alcance de un click.  Nunca la muerte y el engaño habían estado tan al alcance de la mano (literalmente).  Y es verdad que serviría de poco o nada prohibir ver tal o cual web, visitar o suscribirse a tal canal de Youtube, allí estará siempre el riesgo de la libertad humana.  Pero podemos alertar y eso es lo que hago.

 

Como monje y sacerdote que soy, como bautizado y amigo de Jesucristo, no puedo sino sufrir al ver cómo mis hermanos se dejan engañar.  No puedo sino orar y ofrecer mis pequeños o grandes sacrificios de cada día y, si me lo piden y permiten, también cuando me lo permiten les hablo, les escribo, con la esperanza de que se les caiga la venda de los ojos y que la Verdad venza a la mentira, que la Luz venza a las tinieblas, que la Bondad venza la malicia.  Sé de qué hablo y no palabreo, pues de algún modo yo mismo he experimentado lo que es estar atado por la mentira y enceguecido por las tinieblas y sé también cuánto mal puede hacer en nosotros el sucumbir al orgullo cuando es parte de nuestra propia carne.

 

Sí, este virus desangra la Iglesia.  Y la culpa NO la tiene el Santo Padre Francisco.  La culpa la tiene nuestro orgullo humano, que de por sí resiste al Espíritu Santo y que por lo general prefiere la postura a la Verdad, que prefiere la seguridad al riesgo del reto evangélico, que prefiere la costumbre a la novedad de Dios.  Y así se repite la historia: Los incircuncisos de corazón y de oídos (Cfr. Hch 7,51), ahora somos más en número y resulta que ahora estamos apedreando no sólo a Esteban (Cfr. Hch 7,54-8,8), sino al mismísimo Pedro.  Pero tengamos en cuenta lo que nos dijo el propio Señor: “Les aseguro que todo cuanto hicieron a uno de estos mis pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25,40ss) y dijo también a sus apóstoles: “Quien no escucha a ustedes, tampoco a mí me escucha.  Quien no les recibe, tampoco a mí me recibe” (Mt 10,40ss).

¿Cómo reforzar mi sistema inmunológico espiritual?  Recomiendo lo siguiente, ante el ataque del Almavirus 766:

Propongo algunos tratamientos de orden espiritual para quienes están siendo atacados por el Almavirus 766:

 

Desde mi pequeño monasterio, veo que estamos en un tiempo nebuloso, quizá sea sólo el principio de la gran tribulación, a la que será sometida la Iglesia, el pueblo de Dios.  Aprendamos a obedecer.  Necesitamos reafirmar nuestra fe Católica, que en gran medida se muestra por la comunión con los legítimos pastores para que, cuando venga la gran sacudida (la gran criba) permanezcamos sarmientos unidos a la Vid, que es Jesucristo.

Oremos, tengamos discernimiento y demos paso a la sencillez evangélica que se muestra por la caridad y la abnegación a favor del prójimo.

 

Fr. Israel del Niño Jesús, R.P.S.

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