Badija es una pequeña isla, cercana a la famosa ciudad de Korcula, donde está la casa natal de Marco Polo. Los franciscanos están allí desde el siglo XV. Durante la segunda guerra mundial la isla les fue confiscada por los comunistas, hasta que en el año 2003 las autoridades la devolvieron. Es de aguas cristalinas con hermosas playas, se puede recorrer completamente a pie en poco tiempo por un sendero que la rodea, y está habitada por ciervos.
En este contexto, tuvimos la gracia de participar a comienzos de julio de un retiro espiritual en español con fray Jozo Zovko, uno de los testigos más emblemáticos de los acontecimientos de Medjugorje, que fue su párroco al comienzo de las apariciones. Éramos 36 personas que llegamos desde varios países de América y Europa, de diferentes edades, estados de vida y situaciones particulares distintas. Pero teníamos en común lo más importante: sed de Dios. Querer aprender a orar y secundar las gracias que Dios derrama en nuestras vidas y profundizar nuestra conversión. Estuvo haciendo el retiro y también ayudando al padre Jozo, fray Pablo Scioti, que es el franciscano capellán para los peregrinos de habla hispana en Medjugorje.
Que bendición más grande el haber escuchado en sus propias palabras el relato de los primeros días de las apariciones. El padre Jozo llegó a Medjugorje en octubre de 1980, unos ocho meses antes de que comiencen los acontecimientos. El tenía un carisma especial con los jóvenes, y por haber ganado con un grupo de su parroquia dos veces consecutivas las Olimpiadas Catequísticas de aquel entonces, fueron premiados con un viaje a Roma para conocer al Papa Juan Pablo II. Esto llamó la atención de los comunistas, que de ninguna manera querían que los jóvenes abandonasen Yugoslavia, y menos para visitar al Papa. Por lo cual trataron de impedirle su labor pastoral con los jóvenes.
En un juicio montado, lo condenaron a tres años de prisión, de los cuales cumplió un año y medio, y fue puesto en libertad. En la cárcel se puso al servicio de los demás internos, les confesaba, les animaba y ayudaba espiritualmente. También en la cárcel el padre Jozo fue torturado y sufrió mucho.
Las charlas de padre Jozo tenían sencillez de palabras, pero a la vez eran muy profundas y nos tocaban el corazón, nos interpelaban, nos movían a no quedarnos iguales, a mejorar nuestra relación con Dios. Esto nos daba luces nuevas y nos despertaba dentro del corazón un anhelo mayor de conocerle más, de amarle más, de pasar más tiempo a solas con Él.
Hacer un retiro como este, donde se vive un clima de alegría y hermandad, y volver renovados espiritualmente, con propósitos concretos para nuestras vidas, y con un aumento en la fe, que hace gustar más todavía la cercanía de Dios, ha sido lo que todos necesitábamos. De este retiro nadie se fue con las manos vacías, eso mismo nos compartieron algunos participantes.
Angélica de Argentina (48 años): “Me gustó como con palabras tan sencillamente profundas, explicó cosas maravillosamente complejas. Dio significado a todo…”
Robert de Ecuador (48 años): “Fue un verdadero encuentro con el Espíritu Santo y una escuela de oración de un santo”.
María Paulina de Colombia (54 años): “El retiro para mí fue un bálsamo de paz. El significado de los poderosos pasos de la Eucaristía y la oración fueron cuando sentí el verdadero amor de Dios hacia mí”.
La traductora del retiro, Filka Mihalj, nos compartió que: “trabajar con padre Jozo es un don y una bendición de la que uno nunca se siente suficientemente digno. Fray Jozo es un santo cuyo testimonio transforma vidas. Trabajar a su lado es una escuela de amor y de entrega incondicional”.