Medjugorje – Virgen de Medjugorje

Principales apariciones marianas en España (IX)

Como las mariofanías de Chandavila también estas de Onuva no han recibido todavía el reconocimiento oficial de la Iglesia, aunque, como en aquellas el Obispado aprobó la construcción de un Santuario en honor de “Nuestra Señora de las Gracias de Onuva” (1974). El Santuario se ubica en la finca Onuva, situada en Cañada del Juncal del municipio de La Puebla del Río, a 15 kilómetros de la capital de provincia, Sevilla (Andalucía). Esta localidad, con el Guadalquivir a sus pies, sobresale por su riqueza medioambiental, al estar ubicada en el entorno del Parque Nacional de Doñana.

Onuva: Tierra de reparación y misericordia

Este hermoso Santuario mariano se erigió en la finca donde ocurrieron los acontecimientos, a unos 5 km. del pueblo: en el sitio exacto donde, a partir de 1968 y hasta 1976, el niño de 10 años Jesús José Cabrera tuvo varias Apariciones de la Santísima Virgen María y dos de Su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.

En una de las apariciones, el día 24 de diciembre de 1973, la Virgen María le pidió al vidente que comprase aquellas tierras situadas en un extremo del Aljarafe, en los arenales de las marismas sevillanas. Gracias a la colaboración económica de mucha gente de buena voluntad, al año siguiente, en agosto de 1974, pudo (no sin algunas dificultades iniciales) adquirir la finca donde se empezó a construir una casa para pobres y enfermos, otra para peregrinos y el Santuario.

El nombre lo eligió la Virgen misma: “Onuva”. Jesús le explicó, un día, que significa “Tierra de Misericordia”. En otra ocasión le demandó la construcción de una Capilla en aquel lugar y que actualmente es la parte central del Santuario, donde se venera la imagen de Nuestra Señora de las Gracias con el Niño Jesús. Una vez la Virgen le dijo que “Onuva” significa también “tierra nueva” y que, una vez superada la gran tribulación de los últimos tiempos, tras el nuevo Pentecostés, cuando Su Corazón Inmaculado triunfe al fin, durante el Reinado Eucarístico y universal de Su Hijo, Onuva permanecerá como centro espiritual de la nueva tierra renovada por el Espíritu Santo.

Con el paso del tiempo, el Santuario se extendió, construyéndose varios lugares de devoción: el Oratorio del Sagrado Corazón de Jesús, el de san Miguel Arcángel, el Viacrucis, etc., aumentado la capacidad del acogimiento de los peregrinos en el recinto abierto. Actualmente también hay en el Santuario un Hogar (refugio) para jóvenes con discapacidades psíquicas, personas sin hogar, inmigrantes con discapacidades crónicas y personas abandonadas que no tienen cabida en ninguna otra Institución, ni pública ni privada.

El complejo o centro religioso lo gestiona la Fraternidad de la Madre de Dios o Comunidad del Anav (de “Anawin” o “los pobres de Yhavé”), a la que pertenece el vidente, cuya vida comunitaria está basada en el estilo de vida de las primeras comunidades cristianas, con una intensa espiritualidad mariana y de opción por los más pobres: al servicio de los desamparados y bajo la guía de la Virgen María. Forma parte de su especial carisma el manifestar la diversidad y complementariedad de las distintas vocaciones en la Iglesia: matrimonios (familias), solteros consagrados (religiosos/as), laicos y sacerdotes…

A la entrada de Onuva hay un Cristo crucificado, un camino de cruces, de piedra blanca, una Cruz a la entrada del Santuario. En Onuva está muy arraigada la Cruz. Los que hoy viven en Onuva (la pequeña Comunidad del Anav y los desamparados que acogen) viven abrazados a ella, caminando tras las huellas del Señor Crucificado.

Las Apariciones y Mensajes

Las Apariciones y los mensajes de Onuva comienzan el martes 18 de junio de 1968 cuando Jesús José Cabrera tiene tan sólo 10 años. Aunque la mayoría de las veces se apareció como Nuestra Señora de las Gracias (vestida de blanco y con el Niño Jesús en brazos), también se apareció como Dolorosa. Aquel primer día la Santísima Virgen María le dice a Jesús José: – “¿No sabéis, hijos míos, que cada falta que cometéis es una espina que se clava en el Corazón de Jesús? Por el contrario, si teniendo ocasión no cometéis la falta, es una espina que le sacáis a nuestro Señor”.

Al día siguiente le pide: – “Quiero que se rece todos los días el Rosario por la conversión de los pecadores y la paz del mundo. Si así lo hacéis, pronto disfrutaréis de mi Reino. Mi Reino no es de la tierra, como vosotros creéis. Mi Reino es el Cielo”.

Y cuatro días después, el 23 de junio, le dice que estará un tiempo sin verla: “No me veréis hasta que pase algún tiempo, así lo quiere Dios. Esperanza y fe, es lo principal. Os bendigo”.

Y, efectivamente, así fue: el niño no volverá a ver a la Madre de Dios hasta dentro de un año. Y es que desde 1968 a 1976, año de la última Aparición, Jesús José verá a la Virgen solo en contadas ocasiones. En esto difiere bastante de otras mariofanías del siglo XX. No obstante, la mayoría de mensajes que recibirá durante este tiempo, insistirán en los temas que encontramos en otros lugares, con la misma fuerza, con idéntica urgencia. Especialmente en lo referente al llamado a la oración, a la conversión y a la penitencia. Si bien hay uno, especialmente, que lo distinguirá: la llamada a la reparación y al desagravio. Así como a la consagración a los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María.

También como a otros videntes de otros lugares la Virgen le anuncia persecución y sufrimientos: “Te verás solo…”; “Onuva será perseguida y atacada…” y le revela un Secreto que no podía revelar más que al Santo Padre. Por eso, Jesús José acompañado por el Padre Luis, dominico, le entregó personalmente al Papa San Juan Pablo II un sobre que contenía el Secreto y un ladrillo, como símbolo del Santuario que se iba a construir (como pedía la Virgen) en Onuva, el lugar de las Apariciones.

El jueves 18 de mayo de 1972 Nuestra Señora le dice: – “Yo soy la Inmaculada Concepción, derramadora de las gracias divinas, Reina Universal del Cielo y de la tierra, Madre del Corazón Traspasado y Reina del Santo Rosario.

Y dos años después, el 15 de septiembre de 1974: – “Yo soy María, tu Madre. María, derramadora de las gracias divinas. Sé que estás sufriendo, pero acepta la voluntad de Dios. Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón (…) He escogido este lugar para que edifiques una Capilla. Quiero convertir esta tierra en un lugar reparador a tantas y tantas ofensas como recibe el bondadoso Corazón de Jesús. Prometo bendecir a cuantos vengan a esta tierra con humildad a postrarse ante mis plantas, porque he ido a muchos lugares de la tierra y no han hecho caso de mis palabras… porque en estos momentos difíciles de la Iglesia, a mis discípulos, sólo les pido oración, oración. Este es el plan de Dios.

Dos meses después, el jueves 7 de noviembre, Jesús José tiene una visión del Calvario: Cristo está clavado en la Cruz con el Corazón fuera del pecho. Del mundo, a Sus pies, parte una lluvia de espinas que se clavan en Su Sacratísimo Corazón, hiriéndolo. A Su lado, bajo la Cruz, la Santísima Virgen María, en cuyo Corazón Inmaculado, hay una Cruz con un fuego ardiente en su base y una corona de rosas que lo circunda. La misma lluvia de espinas que hiere el Corazón de Cristo se clava en el Corazón de la Madre. En medio de esta visión, las palabras de Jesús: – “Es muy grande la misericordia infinita de mi Corazón. Pero, también, son muchas las ingratitudes de los hombres”.

Aquel mismo año, el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, la Virgen insiste: – “Quiero que extiendas, por el mundo, la devoción a mi Inmaculado Corazón. Que todos los hombres de la tierra se consagren al Corazón de Cristo, nuestro Señor amado. Que esta tierra la convirtáis en lugar de reparación a tantas y tantas ofensas como recibe el Corazón Sacratísimo de Jesús y mi Inmaculado Corazón. Yo soy la Inmaculada Concepción, madre del Corazón Dolorido. No dejéis de ir a la Eucaristía y de oír misa, pues es la oración más grata al Señor. Rezad, todos los días, el Rosario por mi triunfo, en este Sagrado Lugar y en reparación a tantas ofensas como recibe mi Corazón. Aquí os espero, hijos míos. Os prometo aliviar todas vuestras tribulaciones. Hijo, que tu consuelo sea el Corazón de Cristo y recuerda siempre que, amándole a Él, entenderás los misterios de Dios. No te olvides que te espero y que el camino es largo y espinoso, pero, con la ayuda de Jesús, vencerás todos los obstáculos”.

El miércoles 5 de febrero de 1975 la Señora le confirma su pedido de reparación y expiación: – “… quiero que convirtáis esta tierra, bendecida por mi Aparición, en tierra de reparación y desagravio a mi Inmaculado Corazón y al Sagrado Corazón de Jesús”.

Finalmente, en 1976, una vez más el Señor pide que los pueblos se consagren a su Sagrado Corazón: – “Queridos hijos: Vengo a hablaros de mi gran amor y misericordia hacia todos. Vengo a pedir la consagración del mundo a mi Sagrado Corazón. Vuelvo a repetir: Quiero que todos los pueblos se consagren a mi Sagrado Corazón. Estáis en los últimos tiempos. El brazo de mi Padre pesa mucho. Sólo esta consagración le dará fuerzas a mi Madre para seguir deteniendo la Divina Justicia”.

Recientemente, en septiembre de 2014, el Arzobispo de Sevilla, Mons. Asenjo Pelegrina celebró en el Santuario una Eucaristía de Acción de Gracias, a la que asistieron los miembros de la comunidad, residentes del Hogar Onuva y voluntarios que colaboran en este Centro. Durante la celebración, residentes y miembros de la comunidad ofrecieron un emotivo testimonio. El lunes 15, festividad de Ntra. Sra. de los Dolores, la Virgen de las Gracias fue llevada en procesión desde la capilla hasta el Hogar, visitando a los enfermos.

(1974-1976).

Aunque, en un principio, no tenía previsto considerar esta Aparición, finalmente, y en las actuales circunstancias, no me resisto a pasar por alto lo que aconteció en 1974 en los alrededores de la masía de Can Cerdà, situada en el término municipal de Cerdanyola del Vallès, en la comarca del Vallés Occidental, a unos 6 km. al noroeste de Barcelona. La carretera que une Barcelona con Cerdanyola transcurre, superado el Tibidabo, entre espesos y encantadores bosques, llena de curvas y contracurvas peligrosas. Antes de llegar a la masía-restaurante de Can Coll, una desviación a mano derecha conduce a la hermosa propiedad de Can Cerdà donde, en 1974, tuvieron lugar estas Mariofanías en tierras de Cataluña. Se trata de un entorno especial, sumamente cuidado, que se conoce como El Recinto. Es un espacio de unos centenares de metros cuyo protagonismo lo acapara un árbol caído, por encima del cual se encuentra en una peana una imagen de la Virgen de Lourdes y una Capilla terminada de construir en 1999. En el extremo opuesto se encuentran las diferentes Estaciones del Vía Crucis.

La vidente: Pepita Pugés

Josefa (Pepita) Pugés nació el 20 de septiembre de 1920 de padres piadosos, sobre todo su madre, que era muy ferviente. Se lo manifestaban con prácticas de piedad y devoción, ejercitando el apostolado por medio de las asociaciones eclesiales a las que pertenecían. Desde la más tierna infancia empezó el Señor a comunicarse con ella por medio de gracias interiores extraordinarias. A partir de su primera comunión tenía conversaciones con Jesús cada vez que comulgaba.

Al terminar la guerra civil, después de haber estado tres años sin poder ir a misa ni comulgar (por estar en el sector de la España republicana), por fin, en 1939, pudo Pepita volver a confesarse y comulgar.  En aquel mismo instante, oye la voz inconfundible de Jesucristo, que le dice: – “¡Oh, qué alegría tengo de entrar en tu corazón! ¡No sabes la alegría que tengo! ¡Alégrate, alma!”. Y prosigue: – “Hija mía, ¡te encontraba tanto en falta!”.

Desde entonces, pertenecerá a la Acción Católica; será Secretaria de las Hijas de María; cada mes, en domingos alternos, tiene Retiro espiritual o visita a enfermos tuberculosos del Hospital de Sant Pau i de la Santa Creu, como también a los leprosos, que entonces estaban en Horta. Cada domingo por la tarde enseña el catecismo a los niños, y, después, reza el Trisagio ante el Santísimo Sacramento expuesto.

Tenía ella 20 años, en 1940, cuando oyó el llamado de Jesús para que se hiciera religiosa: – “¿Quieres ser mi Esposa? Seré tu Esposo, alma mía…”. Pero su padre, aunque era piadoso, no la dejará. Esta negativa fue un golpe muy duro para Pepita. Jesús le dice: – “Hija mía, estás llorando, Yo estoy triste. Sé obediente, hija mía. Los ángeles están tristes, mi Madre Inmaculada que te quiere, está triste también. Sufrirás, hija mía (…) tienes que sufrir mucho. Yo no te dejaré nunca, hija mía. Mírame en la Cruz y verás los tormentos que Yo sufrí por ti y por todos los pecadores”.

Pepita obedeció a sus padres y años después, el 9 de junio de 1948, se casó. El mismo Jesucristo ratificó el nuevo rumbo de su vida. El día de la boda le dice: – “Te quería para Mí y tú también, hija mía; no llores, no tienes la culpa; cumple con el sacramento del matrimonio (…) y, con los hijos que te daré, cumplirás también la ley de Dios”.

Al cabo de un año de casada, el 4 de marzo de 1949, nace su primer hijo, Jaime. Pronto iba a cumplirse el anuncio del Señor de que sufriría mucho. Efectivamente, al cúmulo de enfermedades y operaciones que había tenido desde pequeña (amígdalas, tifus, apendicitis, anemia); cuando su hijo tenía dos años, comenzó a estar mal del corazón (tenía la arteria aorta dilatada). El 24 de junio de 1954, tras un parto muy complicado, nace su hija Montserrat.

Al poco tiempo, Pepita enferma de tuberculosis vertebral: un tipo de artritis tuberculosa que afecta las articulaciones intervertebrales (conocida también como enfermedad o Mal de Pott), y es operada de la columna.  Al poco, tiene un accidente y se queda con una pierna quebrada y torcida. Los médicos la quieren operar, pero ella, antes, va a Lourdes con la peregrinación de la Hospitalidad y la firme esperanza de ser sanada.

Y, así, sentada como inválida, en un cochecito de paralíticos, enferma con la columna vertebral inclinada por el mal de Pott; los huesos de las piernas deformes (una de ellas, la accidentada, había quedado ocho centímetros más corta que la otra) llega a las piscinas, junto a la gruta de Massabielle. Pepita, instantáneamente, ante el contacto con el agua de Lourdes, queda curada: la espalda se le endereza, la pierna se le alarga y cura, de modo que anduvo perfectamente desde entonces.

Durante la Misa en la Gruta, en el momento de recibir a Jesús, oye la voz cariñosa, dulce y triste, de la Virgen de Lourdes. Le dice: – “Hija mía, estás curada… (pero) el corazón no te lo he curado; tendrás operaciones, sufrirás mucho; ofrécelo a mi Corazón Inmaculado y al de mi Hijo Divino, por los pecadores, hasta que un día vendré a buscarte y vendrás al Cielo conmigo; hija mía, muchos años no vivirás”.

Tan bien quedó Pepita de aquellas graves lesiones y enfermedades de huesos que le curó la Virgen de Lourdes, que después de todo ello tuvo todavía un tercer hijo, que fue niña, a la cual puso el nombre de María de Lourdes. Aunque le costó muchísimo tenerla (estuvo a punto de morir y tres meses y medio en la clínica). La niña nació sana, pero murió prematuramente a los pocos años.

En otra peregrinación a Lourdes la Santísima Virgen le deparó una gracia muy especial. De repente, se le aparece como Nuestra Señora de Lourdes (como se aparecía a santa Bernardita) y le dice: – “¿Quieres ver el Cielo un poquito?”. Entonces, la lleva al cielo y le muestra a su madre (Pepita escribe en su Diario: “¡se veía tan joven y hermosa!”) y a su hijita (“toda de luz hermosísima”) a quienes besa y abraza. La Virgen le dice: – “Has ofrecido, hija mía, a mi Hijo Divino y a mi Corazón Inmaculado, tus sufrimientos, tus oraciones y tribulaciones (…) Tendrás que sufrir más en tu vida… Yo, hija mía, velo por ti. (…) Quiero que mis hijos no se avergüencen de decir que son católicos… (…) Que mis hijos sean valientes, y lo digan a todo el mundo…”. No será esta su única “visita” al cielo. Jesús mismo la llevará en otras ocasiones.

En el Diario que le mandó redactar su Director Espiritual escribe Pepita: “¡Qué hermoso es el Cielo! Siento añoranza de él porque tengo ansias de volver, para quedarme allí; pero lo hemos de ganar en la Tierra, con la oración, mortificación y penitencia; ayudarnos unos a otros; ser humildes de corazón y perdonar siempre; ni un día dejar solo el Sagrario; hacer mucha compañía a Jesucristo; oír la Santa Misa y recibir con verdadera devoción el Santísimo Cuerpo de Jesucristo, como alimento de nuestra alma; amarlo como Él nos ama, hasta entregar su propia vida por nosotros, para salvarnos. Y el Santo Rosario, es la escalera para llegar a la Gloria. Palabras de la Virgen María”.

Un día estando en adoración el Señor le dice sobre el Sagrario: – “Quiero que me expliquéis vuestras cosas a Mí, como a vuestro verdadero amigo; si queréis consuelo, Yo os daré; si queréis compañía, tendréis siempre a vuestro lado a mi Corazón divino; quiero que me adoréis, que me queráis, que recéis con verdadera devoción y meditéis cómo está vuestra alma; que me lo ofrezcáis todo a mi Sagrado Corazón y al de mi Madre Inmaculada, que sufre mucho, ¡oh, hija mía!”.

Sea como fuere, y aún con todas estas gracias extraordinarias, Pepita siempre fue una mujer muy humilde y sencilla, vendedora de verduras en el mercado de Horta. Finalmente, el miércoles 30 agosto de 1978, muere a los 57 años de edad.

 

Las Apariciones en Can Cerdà

Estando en su casa el viernes 8 de noviembre de 1974, Pepita Pugès recibe, mediante locución interior, una llamada de la Virgen para que vaya a una pequeña explanada en un paraje cercano al pueblo llamado Can Cerdà. Al llegar allí, sobre las cinco y media de la tarde oye una voz que la llama y volviendo el rostro contempla, sobre un viejo árbol, medio inclinado, caído sobre el suelo, la Aparición de la Virgen de Lourdes. La Señora le pide que se reúna con Ella cada día 11 de cada mes para rezar las tres partes del Rosario.

A los tres días (el 11 de noviembre) con un grupo de unas quince personas rezando el Rosario ante el árbol donde tuvo lugar la Aparición, sobre las seis y media de la tarde, Pepita entra en éxtasis. La Virgen se aparece nuevamente y le dice:  – “Yo soy la Virgen de Cataluña”. Y luego continua: – “Vengo para salvar a Barcelona y a Cataluña especialmente, y con ellas también a España y al mundo entero”.

A partir de aquel momento corrió la voz y el número de visitantes era mayor cada mes. El 11 de enero de 1975 la Señora bendijo el agua de un pequeño manantial diciendo – “Os doy una fuente que curará las almas y los cuerpos, si conviene para su alma”. El agua milagrosa de la Fuente de la Virgen como la llaman ahora ha concedido más de trescientas gracias.

En su Diario, Pepita describe así a la Virgen: “La Virgen María Santísima es morena clara, muy fina; los ojos grandes, misericordiosos; negros y dulces, pero tristes. La cara no es ni larga, ni redonda, pero es hermosísima; nada hay en la tierra como Ella, de hermosura; llena de dulzura, de bondad, de celestial pureza inmaculada, de virginal amor”. Es tal el encanto que ejercía sobre ella, que poco después, hablando de Su sonrisa, dice: “Si pudiera ir al Cielo, en un rincón, y ver la sonrisa de la Santísima Virgen, sería feliz eternamente”.

La gente acudía fiel y puntualmente a la cita con la Señora cada 11 de mes. Especialmente, a partir del mes de abril de 1976, después del programa de televisión Informe Semanal, grabado el 11 de marzo de 1976, el mismo día en que también se encontraba presente una unidad móvil de Radio Barcelona para transmitir en directo en el programa La otra dimensión. Aquel día eran unas 500 personas; después, llegaron a superar los 10.000. Sea como fuere, según el Padre Francisco de Paula Solá, jesuita, que fue durante unos años exorcista de la diócesis de Barcelona, la intervención de la prensa fue desafortunada. El Padre Solá pronosticó que ante el cariz que tomaban las cosas, la Virgen anunciaría el fin de Sus Apariciones. Y así fue; en mayo la Virgen advierte:  – “Hijos míos, vigilad; que hay discordia y está el enemigo entre vosotros” y el 30 del mismo mes, mientras celebraba el mes de María, la Virgen dijo a Pepita: – “El día 15 de agosto será el último día que me apareceré”. Y cumplió la promesa.

Aquel día (15/8/1976), por expreso deseo del Cardenal Narciso Jubany, Arzobispo de Barcelona, la vidente no se presentó en Can Cerdà, pero la Virgen se le apareció igualmente allí donde Pepita se encontraba. Y, así, después de dos años de asistencia ininterrumpida todos los días once de cada mes, obedeciendo las indicaciones del prelado de la Diócesis, Pepita dejó de acudir al lugar de las Apariciones. Pero los peregrinos no dejaron de acudir a la cita de la Virgen. Y los milagros se multiplicaban.

 

Los Mensajes

Los llamados de la Virgen fueron principalmente a la oración (de las tres partes del Rosario y el Vía Crucis), la mortificación y la penitencia, para salvar a las almas: – “Reza el Santo Rosario, ofrece tus sufrimientos por los que viven apartados de Dios, que no quieren escuchar la palabra de Dios, de mi Hijo amado; y después, cada Rosario será un peldaño de gloria en la cruz que en él todos llevamos: ésta es la llave de la gloria; sin ella no se puede entrar en el Cielo. Llevarla con resignación y con alegría por la felicidad eterna, hija mía”.

De un modo especial encarga la Virgen oraciones y mortificaciones por la juventud que “no da importancia al pecado”; y le pide también que rece y se sacrifique por todos “para que se salve el mundo”, a lo cual añade una frase conmovedora: – “¡Para que Dios, mi Hijo amado, no sufra tanto como está sufriendo conmigo!”.

También le pide que diga a su confesor que se hagan las XL Horas de Adoración ante el Santísimo por la paz de las naciones y en reparación a las ofensas contra “Nuestros Corazones Santísimos”.

El Padre Gironella, su confesor y director espiritual, le dio la orden de redactar por escrito todo lo que la Virgen le manifestara y ella cumplió fielmente el encargo. De este escrito transcribimos un resumen de las afirmaciones fundamentales que le dijo la Virgen:

– “Os amáis con amor desordenado y este amor os ciega, hijos míos, y no os deja conoceros a vosotros mismos: Sois ciegos por culpa del pecado”.

– “La más alta y provechosa filosofía se cifra en conocerse a sí mismo por lo que se es, por lo que uno es, dando gloria a Dios, o, con otras palabras, dando a Dios lo que es de Dios”.

– “No dejar el Santo Rosario, ni la Santa Misa y recibid a mi Divino Hijo con fe y con amor. Propagad esta recomendación”.

– “Jesús está en el Sagrario donde os espera y os escuchará. Pedid allí por todo el mundo, por la salvación de los pecadores, también por el Santo Padre”.

Tampoco faltaron algunas palabras proféticas: – “Hijos míos, hay mucha violencia, pero vendrá una violencia todavía mayor. No podréis salir a la calle, la miseria más espantosa llegaréis a conocerla. Mis hijos sufren mucho, algunos serán perseguidos, otros muertos sin culpa …Yo llevaré sus almas a Mi Divino Hijo y estaré a su lado en la Gloria”.

Aunque la Iglesia no ha aprobado las Apariciones, el 11 de febrero del año 2001, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, el Obispo auxiliar de la Diócesis de Barcelona, D. Carlos Soler Perdigó, inauguraba y bendecía la Capilla en la que se celebra la Eucaristía los días once y el primer y tercer domingo de mes.

 

Francisco José Cortes Blasco    

 

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