Medjugorje – Virgen de Medjugorje

¿Por qué una novena por la paz?

La petición de la Santísima Virgen María en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina, de orar por la paz del mundo durante la Novena en preparación al aniversario de las apariciones, ha sido respondida por cientos de parroquianos, peregrinos, y personas alrededor del mundo. Sin embargo, ésta petición de la Virgen no debe sorprender, ni mucho menos alarmar a nadie. Al contrario, éste tiempo de oración es un don de Dios para el mundo entero, con raíces profundamente bíblicas y eclesiológicas. Lo que la Reina de la Paz hizo el año pasado, y que ha vuelto a repetir en estos últimos días, es reflejar lo que encontramos descrito en el libro de los Hechos de los Apóstoles, con respecto a la primera comunidad cristiana: «Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús y sus hermanos» (Hch 1,14). La Iglesia unida en oración a la Virgen María se abre más profundamente a la acción del Espíritu Santo, como lo describe el numero 2679 del Catecismo: «María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con Ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres…Podemos orar con Ella y a Ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María. La Iglesia se une a María en la esperanza (cf. LG 68-69).»

Lo que Nuestra Señora ha deseado es reunir a la Iglesia entera, a todos sus hijos en oración con ella, para pedir, como en Pentecostes, la efusión del Espíritu de Dios en aquellos corazones más necesitados de conocer el amor de Dios, de experimentar su perdón, y ser sanados por su gracia y misericordia. Solo un corazón que se sabe amado por el amor mismo (Dios) puede dar amor a los demás. Éste es el camino que lleva a la paz. Un corazón que ama y se sabe amado no hará daño a sus semejantes. Sigamos orando, pues, con ella y por intercesión de ella, para obtener el don de la paz en los corazones, familias, y en el mundo entero.

En Jesús y María,
Padre Ottmar Tovar-Almanza.

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