Queridos hermanos:
Reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María.
Como católicos que amamos Medjugorje, la Santa Iglesia católica, y al Santo Padre, debemos sentir y ser parte activa de la Iglesia y tener grandes deseos de obediencia a Dios a través de lo que nos pide el Santo Padre. Por eso debemos dar especial importancia al mensaje que nos ha hecho llegar a través de un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, con fecha del 29.09.2018.
En ese mensaje el Santo Padre nos ha pedido a todos los católicos, de todo el mundo, rezar cada día el Santo Rosario, durante todo el mes mariano de octubre y unirnos así en comunión y penitencia, como pueblo de Dios, para pedir de manera especial a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo, que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros.
El comunicado de la Santa Sede nos recuerda que hace algunos días, más específicamente el 11 de septiembre, el Papa Francisco en una homilía en Santa Marta, citando el primer libro de Job-, nos recordaba que la oración es el arma contra el Gran acusador que “ronda por el mundo en busca de acusaciones”. Sólo la oración puede derrotarlo. Los místicos rusos y los grandes santos de todas las tradiciones aconsejaron, en momentos de turbulencia espiritual, protegerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios pronunciando la invocación “Sub Tuum Praesidium”. Que significa: “bajo tu amparo”.
La invocación dice lo siguiente: “Bajo tu amparo nos refugiamos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!.
Esta es la oración más antigua conocida (aproximadamente alrededor del año 250 d. C.) dirigida a la Virgen María por parte de los cristianos que eran perseguidos por el Imperio Romano.
En la antigüedad era el imperio romano y los fariseos quienes eran manejados por Satanás para perseguir y silenciar a los cristianos. En nuestro tiempo la persecución se da a través de la masonería y de los enemigos de Cristo y de la Iglesia, muchas veces encubiertos e infiltrados en algunos medios de comunicación social, en otros ámbitos de poder y en diversos sectores de la sociedad.
El “Sub Tuum Praesidium”, es una oración que yo amo de manera particular, pues me la han enseñado en mi juventud quienes fueron mis formadores en el seminario, y siempre me ha acompañado en los viajes y misiones evangelizadoras, y en todos los momentos de mi vida sacerdotal.
El Santo Padre te pide también a ti, que confiando en el poder que tiene la oración de intercesión, reces para que la Santa Madre de Dios, ponga a la Iglesia bajo su manto protector, renovando y fortaleciendo cada día más esa protección, para defenderla de los ataques del maligno, el gran acusador, y hacerla, al mismo tiempo, siempre más consciente de las culpas, de los errores, de los abusos cometidos en el presente y en el pasado y comprometida a luchar sin ninguna vacilación para que el mal no prevalezca.
El Santo Padre también nos ha pedido que el rezo del Santo Rosario durante el mes de octubre concluya con la oración escrita por León XIII al Arcángel San Miguel: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el Divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.” (ver Apocalipsis 12, 7-12).
No olvidemos la importancia de orar con el corazón, pues la confianza no la ponemos en las palabras, sino en la misericordia y en el poder de Dios.
Recordemos también que cada vez que tú ofreces sacrificios y haces penitencia, se activa y se moviliza un poder espiritual que aparta a Satanás y a sus ángeles caídos.
Además quiero responder por este medio, a quienes me han hecho llegar la pregunta de cuál es la diferencia entre Penitencia y Sacrificio.
La Penitencia es el conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a cambiar algo en nuestro modo de vida.
La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres de la Iglesia insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, y la limosna u ofrendas materiales, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás.
Se hace principalmente (aunque no exclusivamente) por uno mismo, por nuestros pecados, para domar la “carne”, como un modo expiación o reparación.
El Sacrificio en cambio, se ofrece por otra persona o por un motivo específico.
La palabra sacrificio viene del latín “sacrum-facere”, que significa “hacer sagrado”. Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo.
Hay muchos modos de penitencias, debe ser algo que te cueste trabajo, de manera particular las penitencias constructivas. Un ejemplo por cada falta de caridad, hacer tres obras de caridad.
El sacrificio y la penitencia que nos pide Dios a través del Santo padre, van la línea de lo que nos enseña el apóstol Pablo, cuando dice: “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1:24).
Este pedido del Santo padre Francisco, también va en la misma línea de lo que nos ha pedido nuestra Madre la Virgen Santísima en Fátima, y en la actualidad ella renueva con frecuencia el mismo pedido en las apariciones de Medjugorje.
La Reina de la Paz nos recuerda: “Ustedes que buscan a mi Hijo, busquen el buen camino. Él dejó muchos signos de Su amor. Él dejó esperanza. Es fácil encontrarlo si están dispuestos al sacrificio y la penitencia, si tienen paciencia, misericordia y amor por vuestro prójimo.” (Mensaje, 2 de junio de 2016).
Por lo tanto, animémonos a pedir al Espíritu Santo que nos ilumine con nuevos y buenos propósitos, y que él aumente nuestra fe, para que con creatividad ya sea de manera personal pero también con tu grupo o comunidad, oremos diariamente con el corazón estas dos oraciones, y aumentemos o renovemos la penitencia y los sacrificios.
Me encomiendo tus oraciones y le pido a nuestro buen Dios que te bendiga abundantemente.
En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Padre Gustavo E. Jamut, omv