El ser llamado/a por Dios y por su Madre, para orar por sus intenciones, es un privilegio del cual no tenemos plena conciencia… es una elección de amor, en el cual se vuelve a repetir la agonía de Getsemaní, cuando Jesús le pide a los apóstoles de acompañarlos con su oración. Pero en esta oportunidad el pedido de la Reina de la Paz, es para que con nuestra oración le permitamos a Dios y a sus ángeles detener la escalada de violencia que se vive en el mundo, e impedir que se llegue a una tercera guerra mundial.
Dios confía en tu oración, tal vez más de lo que tú mismo confías en ella; Dios sabe del poder espiritual que a través del Bautismo te ha concedido, seguramente mucho más de lo que tú lo sabes y de lo que crees en ese poder. Por eso la tentación de Satanás tiene como objetivo que descreas y desconfíes del poder de tu oración intercesora, a fin de que la descuides y no le pongas la levadura de la fe que hace elevar toda la masa y que permite que los milagros sucedan.
Así como la Virgen María en Fátima profetizó la llegada de la segunda guerra mundial, y durante la cual muchos de sus efectos devastadores se atenuaron a causa de la oración de los orantes humildes, perseverantes y confiados; también hoy la Virgen en Medjugorje nos recuerda que si somos fuertes en la oración y valientes en la fe, Dios podrá intervenir, bloqueando el odio, el egoísmo y la violencia que Satanás siembra en los corazones de los hombres de nuestro tiempo y especialmente en los poderosos.
En algunas Naciones hemos sido testigos en diferentes momentos de la historia lejana y cercana, acerca del poder de la oración, a fin de que lo que parecía imposible se transformase en realidad.
Sin embargo corremos el riesgo de ir olvidando de a poco…; corremos el riesgo de caer en la tentación de la amnesia espiritual, y caemos en la confusión de pensar que el milagro era algo que iba a suceder como un acontecimiento normal, y tal vez no fuimos conscientes que, ya sea a nivel personal, o como familia, o como Nación, estábamos al borde del abismo.
Necesitamos pedir al Espíritu Santo que cada día despierte nuestra memoria dormida, para que activando la fe y la oración, Dios pueda obrar a favor de sus hijos, liberándonos de las guerras del corazón, de las guerras de los odios en las familias, en la sociedad y entre los diversos pueblos.
Que la Reina de la Paz nos conceda su bendición materna, para que orando en el poder del Espíritu Santo, podamos cada día ser portadores de la paz que junto a Ella debemos construir. Que así sea.
P. Gustavo E. Jamut, omv