Medjugorje – Virgen de Medjugorje

Congreso Iberoamericano tiempo de diálogo y sanación con Dios y con los hermanos

“Queridos hijos, con amor maternal deseo abrir el corazón de cada uno de ustedes y enseñarles la unión personal con el Padre. Para aceptar eso, deben comprender que son importantes para Dios y que Él los llama individualmente. Deben comprender que la oración de ustedes es diálogo de un hijo con el Padre, que el amor es el camino que deben emprender, el amor hacia Dios y hacia sus prójimos”. (Mensaje, 2 de abril de 2011).

 

Cada Congreso, retiro o jornada con la Reina de la Paz, ha de ser un tiempo de encuentro con Dios, con la Virgen y con los hermanos. Por eso el éxito de un congreso o retiro no depende solo de los organizadores, sino también de la apertura de corazón de parte de cada uno de los participantes. De aquí que Nuestra Señora nos dice: “Abran sus corazones, hijitos, para que Dios los llene con su amor y ustedes serán alegría para los demás.” (25 mayo 2015) Este es un llamado a abrir nuestros corazones para revisar con honestidad todo aquello que nos pudo haber llevado a prejuzgar y cerrar el corazón a algún hermano, teniendo en cuenta que Jesús ha dicho: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mateo 25:40). En base a estas palabras de Jesús debemos preguntarnos: ¿He abierto o cerrado los espacios de encuentro y de diálogo fraterno con mis hermanos en la fe?

 

(1) El amor de Dios hacia nosotros, (2) el amor nuestro hacia Dios, y (3) el amor que debemos tenernos unos a otros, son tres elementos esenciales de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Enseñanza que Nuestra Madre nos recuerda frecuentemente en sus mensajes.

 

La realidad que nos enseña Dios en su Palabra es que donde falta el amor y dialogo con los hermanos, también se debilita gradualmente el encuentro con Dios: “Porque si no ama a su hermano, a quien puede ver, mucho menos va a amar a Dios, a quien no puede ver” (1 Juan 4:20).

 

Ahora bien, el amor se nutre a través del encuentro y del diálogo, a través de la escucha sincera y de la palabra expresada, ya sea hacia Dios, así como también en la conversación fraterna entre hermanos.

 

Sólo a través del diálogo fraterno logran derribarse los muros y barreras que satanás siempre intenta construir entre los miembros de una familia y entre los cristianos. Y el maligno intentará hacerlo aprovechándose de las heridas del alma, para impedir así que Dios sea conocido y amado por la mayor cantidad posible de personas.

 

Por eso el Papa Francisco insiste frecuentemente en que un autentico cristiano no construye muros que separan, desunen y distancian, sino puentes que son camino de encuentro: En la vida ustedes pueden hacer dos cosas contrarias: o tender puentes o levantar muros. Los muros separan, dividen. Los puentes acercan” (Videoconferencia del Papa Francisco con jóvenes del mundo. 4 de septiembre de 2014).

 

Me gustaría invitarte a que hoy te preguntes: yo ¿soy de los que tienden puentes de acercamiento, de diálogo, de crecimiento y unidad? o por el contrario ¿soy de quienes levantan muros encerrándose en prejuicios, desconfianzas y distanciamiento fraterno?

 

Una de las dificultades que surge con mayor frecuencia, para que haya autentica armonía y buenas relaciones entre los diferentes miembros de las familias, de las comunidades cristianas, y en la mayoría de las relaciones interpersonales en general, se debe en gran medida a la incapacidad dominante en los seres humanos, para relacionarnos y comunicarnos de manera sana y adecuada.

 

Las relaciones humanas, si bien nos enriquecen pues son expresión de nuestro instinto de socialización, también suelen tener sus complejidades, lo cual puede producir dificultades y desencuentros en la comunicación y en las relaciones interpersonales.

 

Nuestros cuerpos tienen ansias de contacto y nuestros corazones anhelan una comunicación autentica y profunda.  Sin embargo, no todas las personas logran generar, desarrollar y mantener estos vínculos. Y, ¡cuántos sufrimientos nos evitaríamos si nos propusiéramos -de manera real, concreta y perseverante- aprender a comunicarnos, comulgando con nuestra historia y entrenándonos en una verdadera comunión con nuestros semejantes!

 

Nuestra Madre nos recuerda que un verdadero “Medjugorjiano” es alguien que fomenta el encuentro, el diálogo, la reconciliación y la fraternidad: “Deseo que comprendan que aquí quiero crear no sólo un lugar de oración sino también de encuentro de corazones” (25 de julio de 1999)

 

La Virgen María y Jesús son modelo de diálogo y de comunicación; por lo cual uno de los objetivos de un retiro espiritual o de un congreso es lograr -bajo la luz del Espíritu Santo- examinarnos y evaluarnos a nosotros mismos, para poder detectar cuáles son nuestros puntos fuertes y también nuestros puntos débiles en el modo de comunicarnos con las personas que Dios ha permitido que encontremos en el camino de la vida.

 

¿Te has fijado alguna vez en esas personas que transmiten serenidad, paz, buen humor, sabiduría, y que da ganas de conversar con ellas porque siempre aprendemos algo, o porque nos ayudan a madurar, a crecer y a encontrar respuestas?

 

Son personas que transmiten esa paz de la que la Virgen nos habla frecuentemente en sus mensajes. Pienso que la clave de estas personas radica en la actitud de un continuo aprendizaje de la vida en general y del arte de la comunicación en particular, sin estar esclavizados por los prejuicios hacia quienes le rodean. Son personas que toman las experiencias, los conflictos, incluso las discusiones, como un aprendizaje de vida, como un modo de entenderse más a sí mismos, a los demás, y al mundo.

 

Esa es la actitud clave con la cual debemos entrar en la presencia de Dios, sea en durante un retiro o en la oración personal de cada día.  Es la actitud de desarrollar el deseo de ser sanados de la sordera que nos impide escuchar en profundidad y con respecto a quienes nos rodean, reflexionando sobre la manera de seguir transformando el modo de transmitir nuestras ideas a los demás, y alimentando la actitud para seguir mejorando la comunicación en las relaciones interpersonales.

 

Esto exigirá reconocer las propias debilidades en la comunicación con alguna(s) persona(s), aprender de los fracasos del pasado, ser libre de juicios sobre el hermano, y abrirnos a la gracia de la comprensión del otro y de los pasos que debemos dar para mejorar la comunicación.

 

Así como en los evangelios leemos que Jesús sanó al sordomudo, y que a través de la palabra “Effatá”, y con gestos de amor y con el poder del Espíritu Santo, abrió sus oídos y sus labios (Marcos 7, 31-37), así también estoy convencido que el Señor Jesús también quiere tocar nuestros oídos, labios, y corazón para sanar las heridas relacionales de nuestra historia, y de este modo concedernos la capacidad de comunicarnos sanamente con las personas que él ha puesto y que pondrá en el camino de nuestra vida.

 

Es en este sentido que el padre Raniero Cantalamessa, afirma: “Si la sordera y la mudez consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de tener relaciones buenas y bellas, entonces debemos reconocer enseguida que todos somos, quien más quien menos, sordomudos, y es por ello que a todos dirige Jesús aquel grito suyo: effatá, ¡ábrete!”[1]

 

Efectivamente, lo que Jesús obró un día, sanando en el plano físico al sordomudo, Él quiere hacerlo ahora por ti y por mí, en el plano espiritual, ya que Nuestro Señor se identifica con los sufrimientos de nuestras vidas, de nuestras familias y de quienes nos rodean, pues: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mateo 8, 17).

 

Por lo tanto, ánimo, levántate en victoria, porque si el Señor en su Providencia ha permitido que lo conozcas y que conozcas los mensajes de su Madre, es porque en sus proyectos está darte las gracias que tanto tú como otras personas necesitan para descubrir la belleza de la comunicación, de la fraternidad y de la amistad, que debe existir en las relaciones de familia y con los hermanos de la Iglesia, así como también en todas las relaciones interpersonales.

 

P. Gustavo E. Jamut, Oblato de la Virgen María

padregustavojamut@gmail.com

 

 

[1] Reflexiones del Padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia. Artículo Revista Ruah, Italia. 8-09-2012.

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