El enviado del Papa en Medjugorje, Monseñor Aldo Cavalli, ha estado en España, y somos muchos los que hemos podido disfrutar de unos días maravillosos gracias a esta visita de especial trascendencia.
La verdad es que, hace unos años, no podíamos ni imaginar el hecho, no solo de tener un visitador apostólico en Medjugorje, sino que además ese visitador ¡viniera a vernos a España! El Señor ha querido bendecirnos con esta visita gracias a la aceptación del cardenal Juan José Omella para ir en peregrinación a Medjugorje y presidir la santa misa inaugural del Festival de la Juventud 2023, que cada año se celebra con la asistencia de más de 40.000 jóvenes.
Ante estos acontecimientos, ante estos gestos, aparentemente sencillos, hemos de ser conscientes del gran regalo que desde el Cielo estamos recibiendo, que no es otro que sentirnos acogidos bajo la protección del colegio apostólico, en definitiva, de nuestra Santa Madre Iglesia por medio de sus representantes, esos “hijos predilectos” de la Virgen María.
Hemos vivido unos años en los que la Iglesia no ha tenido otra opción que la de ser prudente. Debía de ser extremadamente cautelosa ante unos acontecimientos sobrenaturales que sobrepasan cualquier situación de normalidad. ¿Cómo no pensar que la Iglesia no ha de ser prudente ante tantas apariciones diarias durante más de 42 años y con multitud de mensajes? Si a esto le añadimos que son seis los videntes, y que una parte de los mensajes son proféticos, llegamos a la conclusión de que el sentido común tiene que imperar y que es, no solo conveniente sino necesario ese tiempo de espera para tomar la mejor decisión.
Esta espera, que en muchas ocasiones nos pueda parecer incomprensible, y que todavía se vive en algunas zonas de España y sobre todo de Iberoamérica, nos ha de servir como camino de purificación, y nos ha de ayudar a interiorizar más en la escuela de Amor que la Virgen nos enseña. No hay otro camino para la victoria que pasar por la Cruz. Es la Cruz la que todo lo perdona, lo redime y lo ensalza. Por ello solamente podemos dar gracias al Señor que permite, por su santa voluntad, que formemos parte, precisamente en este tiempo, de acontecimientos únicos en la Historia.
¿Pero qué está sucediendo? ¿Por qué esta visita de Monseñor Aldo a España? Sin duda, los numerosos frutos surgidos desde este lugar de gracia que es Medjugorje han acelerado los acontecimientos. Las más de 1.000 vocaciones a la vida consagrada, las más de 500 curaciones sin explicación médica posible, las numerosísimas conversiones, el surgimiento de órdenes religiosas y asociaciones caritativas surgidas en todo el mundo han precipitado los acontecimientos, puesto que son muchos los milagros que se han ido sucediendo en la vida de las personas a lo largo de estos años. Milagros que han provocado un cambio de actitud, de conversión personal en los que, con la gracia del Espíritu Santo y la presencia de la Virgen María, en el mundo sigue brillando la luz de nuestro Señor Jesús.
La visita de Monseñor Aldo a España ha ofrecido también la oportunidad de que conozca algunos de los muchos frutos de Medjugorje, que haya podido conocer de primera mano la situación de los grupos de oración de la Reina de la Paz y que, además, nos haya mostrado su sabiduría por medio de las dos espléndidas catequesis impartidas en Barcelona y Madrid que han hecho que su visita pastoral haya sido una bendición para todos.
El interés por nuestra realidad nacional ha convivido con el interés manifestado por conocer la realidad de los países iberoamericanos, mostrando un auténtico afán de comprensión ante las dificultades planteadas en algunos casos, puesto que también hubo un tiempo de trabajo donde le pudimos explicar las actividades desarrolladas en este último año en los 23 países de lengua hispana en los que la Fundación Centro Medjugorje está presente.
También ha tenido la oportunidad de ofrecer de forma incansable varias declaraciones a la prensa con la delicadeza que exige la prudencia de su cargo. Las palabras ofrecidas en los distintos medios han tenido gran repercusión. El alcance y el bien de estas entrevistas mantenidas con medios de toda España es incalculable y otra gran bendición. A lo largo de esas declaraciones nos ha dicho que Medjugorje es un lugar de gracia, un lugar de encuentro con el Señor, un lugar donde las vidas cambian, ha invitado por medio de ellas a que obispos y sacerdotes, junto con los laicos, peregrinen a Medjugorje para que se conviertan y ha dicho también, con la humildad que le caracteriza: “¡Yo mismo me estoy convirtiendo!”. Este es Mons. Aldo.
Y para quienes hemos tenido la oportunidad de conocerlo de un modo más personal, durante los distintos encuentros mantenidos en estos cuatro días, hemos descubierto en él a un hombre cercano, que saludaba a todos los que se encontraba a su paso, no solo en las iglesias y grupos que lo acogían sino en plena calle, en cualquier lugar, fueran conocidos o no. Su extrema amabilidad, su sonrisa, nos han hecho sentirnos a cada uno de nosotros amados, muy amados, de forma inmediata.
En definitiva, podemos decir que primero la Providencia nos bendijo con la invitación de Mons. Aldo al presidente de la Conferencia Episcopal Española y, unos meses más tarde, con la invitación del cardenal al enviado del Papa para visitar nuestro país; es decir, esta cadena de gracias que el Espíritu Santo propicia, ha hecho posible la visita de Monseñor Aldo gracias al “sí” de Mons. Omella aceptando ir a Medjugorje. Aquí está la clave.
Los que somos seguidores de la Reina de la Paz debemos de estar más que agradecidos a nuestro querido cardenal, ya que su asistencia al Festival de la Juventud nos abrió muchas puertas. Allí vimos a uno de los sucesores de los apóstoles, subiendo la montaña de las apariciones, rezando el rosario, meditando en silencio, dejándose fotografiar con los jóvenes, escuchar atentamente la explicación sobre la historia de los primeros días de las apariciones… Además, celebró la Misa de inauguración, confesó, dio una charla a los peregrinos de habla hispana. ¡Qué gran regalo! Debemos ser conscientes de los pastores que tenemos.
Y todo esto no hubiera sido posible sin el apoyo del Santo Padre. Otra bendición. Otra gran bendición.
¿Cuál debe de ser nuestra respuesta ante tanta gracia? Sin duda, seguir ofreciendo nuestras manos para que ese apostolado celestial de la Reina de la Paz en nuestros países sirva para seguir ofreciendo esperanza y luz a este mundo necesitado del AMOR, a ejemplo de nuestros pastores, a ejemplo de nuestra Madre, la humilde Virgen María.