El 11 de agosto de 1983, el P. Jozo Zovko (en ese entonces parroco de la Iglesia de Medjugorje) sostuvo con el P. Zvetosar una entrevista en la que manifestaba cuál había sido el signo que le convenció de la autenticidad de las apariciones.
P. ZVETOZAR: Jozo, después de los hechos de la colina (se refiere a las primeras apariciones) permanecía su angustia. ¿Qué es lo que pasó?
P. JOZO: ¡Tú hablas de angustia! Esos días fueron difíciles. Es increíble. Algo pasó en mí, que me forzó a cambiar de actitud, y a no ser un simple testigo de los relatos que me decían los jóvenes. Déjame contarte algo que para mi fue esclarecedor:
Los funcionarios del gobierno fueron enviados aquí para detener el curso de los acontecimientos; esta gente, que era creyente, no hacían su trabajo con satisfacción. Las dos asistentes sociales encargadas de hacer cambiar a los jóvenes, usando la mentira y la astucia, presentaron su renuncia a causa de la experiencia que habían vivido. Así la policía tuvo que intervenir directamente. Fueron a ver a la mamá de Vicka para decirle: «Zlata, no deje a los jóvenes ir más a la Iglesia. Hágales abandonar todo esto». Ella respondió: «Ya veré. No sé quién podrá convencer a los jóvenes que cambien de actitud».
Seguidamente la policía se puso en la búsqueda de los jóvenes para arrestarlos, ya que las asistentes sociales habían fracasado. Sabiendo que estaban en el campo, se lanzaron a su captura. Los muchachos huyeron hacia la Iglesia, atravesando los viñedos, en el camino se habían cambiado de ropa. Mientras tanto, yo estaba en el templo orando con la Biblia y el breviario, sentía la gran responsabilidad que me incumbía delante e Dios como párroco. Era necesario que dijera alguna palabra a la gente, a los sacerdotes, a las hermanas, a los creyentes. Me sentía como Moisés delante del Mar Rojo, sabía que Dios era mi único recurso. La gente que iba y venía se sentía, desde luego, menos afectada. Yo trataba de orar como Moisés en esta situación difícil, para saber si era Dios verdaderamente el que conducía todo esto: «Señor, yo sé que tú has hablado a Abraham, a Moisés y a muchos otros. Millares de personas se encuentran aquí, dime al menos cuáles son los argumentos a favor, y el alcance de este asunto». Estaba solo en la Iglesia y sentí como una llamada, una gracia especial de revelación. Escuché durante mi oración una voz que me decía: «Sal y protege a los jóvenes». Dejé mi Biblia y el breviario, hice una genuflexión y sin reflexionar mucho, salí. Tenía aún la mano en la cerradura cuando vi a los jóvenes correr hacia mí; intentando huir de la policía, gritaban: «La policía nos persigue, escóndanos», y se pusieron a llorar. Ana, la hermana de Vicka, estaba con ellos, entonces abracé a los jóvenes, los conduje a la casa sacerdotal a una pieza desocupada y los encerré bajo llave. Poco después llegaron los policías corriendo y me preguntaron: «¿vio usted a los jóvenes?» «Sí, los ví» – respondí -; pero continuaron corriendo hacia Bijakovici con el fin de arrestarlos. Cuando los agentes se alejaron me reuní con ellos para hablar. Les pedí que para más seguridad no se fueran y fue así como tuvieron en la casa cural la aparición. Más adelante, hubo siete más en esta misma habitación.
Aquel día por la tarde, se anunció a los peregrinos que un servicio litúrgico tendría lugar en la Iglesia. Hacia las cinco, pedí al padre Cúbalo (Vicario parroquial), que dirigiera el rezo del rosario y que se preparara para la Misa de las seis. Había tanta gente en la Iglesia que yo no podía extender las manos para decir, «El Señor esté con ustedes». Físicamente era imposible, en mi homilía pedía a la multitud que orara y ayunara a fin de pedir a Dios sus auxilio por todo lo que estaba sucediendo en la parroquia. Toda la multitud respondió a mi súplica con una palabra de fe: «lo haremos».
P. ZVETOZAR: ¿Qué te impulsó a celebrar la misa ocho días después de la primera aparición?
P. JOZO: Estos motivos son los mismos que se encuentran en los valores de la misa. Era lo mejor que le podía ofrecer a la gente, quería que esas personas dejaran de ser espectadores para convertirse en verdaderos participantes de los acontecimientos. Desde aquella tarde, de curiosos o espectadores, los aldeanos de Medjugorje comenzaron a responder a los mensajes de la Virgen. Cada día, antes de Misa, rezan dos partes del rosario y luego al finalizar una tercera, como acción de gracias. Los viernes ayunan a pan y agua, y el centro espiritual de cada hogar es la Palabra de Dios.
SUFRIMIENTOS A CAUSA DE LAS APARICIONES
Como la noticia del acontecimiento se había extendido muy pronto y aumentaba considerablemente la afluencia de los peregrinos, el régimen marxista mandó encarcelar al párroco acusándolo de querer destruir el sistema. Le dieron la condena de tres años y medio, pero al año y medio fue puesto en libertad. Le dijeron entonces que «si hubiese tomado unas vacaciones o se hubiese trasladado, no habría sido detenido».
Cuando fue puesto en libertad el Padre Jozo declaró:
«Con las apariciones se presentaban cruces, sufrimientos y dificultades. Pronto me sentí dispuesto a lo que viniera. Recuerdo que me llevaron a prisión como se lleva a un malhechor. Cuando encontré en mí la certeza que buscaba, en relación con las apariciones, me sentí dispuesto – aun conociendo mi debilidad – a atestiguar mi fe, aún a costa de mi propia vida. Cualquier cosa que hubiese hecho, en vez de quedarme allí, habría sido para mí como el beso de Judas. Pensé que por este don a nuestro tiempo, a la parroquia, a mi pueblo, a la Iglesia entera y al mundo, debía soportar estos sacrificios. Nada alteró mi serenidad, nada pudo provocarme, a pesar de que ellos tienen métodos que saben utilizar muy bien. En realidad Dios estaba conmigo, ni interrogatorios, ni torturas, me hicieron desfallecer. Después me sentí feliz, más satisfecho y seguro de mí mismo. En fin, fue para mí una experiencia de misericordia desde el primer momento.»
UNA SEÑAL MARAVILLOSA
Sobre los videntes el Padre Jozo mencionaba:
Los jóvenes videntes llegan al templo a eso de las seis de la tarde, rezan con el pueblo el santo rosario y luego pasan al cuarto lateral. Allí son esperados por sacerdotes, religiosas y algunos enfermos. Sobre la mesa colocan objetos para ser bendecidos por la Virgen (rosarios, cartas, crucecitas, medallas, etc.) De pronto perciben una luz, caen de rodillas y entran en seguida en diálogo con la Madre celestial. Las personas que los acompañan en este momento no ven ni oyen nada, solo captan que el semblante de los muchachos cambia, ven mover sus labios como si realmente hablaran con una persona, sus ojos permanecen atentos y muy abiertos, dirigidos a un mismo punto, sus rostros irradian una gran paz y un brillo celestial. A veces sonríen, reflejan tristeza o lloran; luego, al terminar la aparición, la Virgen se reintegra a la luz y desaparece.
En ciertas ocasiones han presenciado después de la aparición los símbolos del sol, de la cruz y de un corazón, al respecto Vicka comentó: «La Virgen nos dijo que el sol es símbolo de Dios Padre que nos ilumina; la Cruz es símbolo de la salvación, y el Corazón es el símbolo del Amor de la Madre para todos sus hijos; sobre todo para los pecadores».
Fuente: Libro del Padre Francisco Verar – Reina de la Paz «Seis años de apariciones marianas en una aldea Yugoslava»