Medjugorje – Virgen de Medjugorje

Al tocar fondo, en una iglesia pidió ayuda y la Virgen le envió a Medjgugorje, donde ahora es fraile

Fray Pablo Scioti es un franciscano argentino de la parroquia de Medjugorje y que al vivir ahora de manera permanente en esta aldea de Bosnia brinda un servicio muy útil a los fieles y peregrinos de habla hispana.

Un día él mismo llegó como un peregrino, se acabaría enamorando de la Virgen y de San Francisco y acabaría ingresando en esta histórica orden religiosa. Su vida estaba ligada a ambos desde siempre pues nació el día de la Virgen del Rosario y fue bautizado en una iglesia franciscana-.

En una entrevista con Centro Medjgugorje, Fray Pablo recuerda que fue en 2008 cuando llegó por primera vez a este lugar. “Estaba recién convertido. Y me quedé un mes y medio. Me confesé, rezaba el Rosario y Dios puso en mi camino sacerdotes que me fueron ayudando. Luego volví varias veces más”.

Pero además explica que su vocación está íntimamente relacionada a Medjugorje, y como no, a San Francisco. “Leyendo un libro, El pobre de Asís, que me dejó mi abuela, encontré lo que buscaba para mi vida. Vivir de esa manera, pero por mi cuenta, ya que creí siempre en Jesús y María, pero no creía en la Iglesia que conocía”, cuenta.

Tocando fondo, pidió ayuda a la Virgen

Sin embargo, el gran cambio se produjo mientras estaba en España. “Mi vida toca fondo, y ni siquiera me quedaba un lugar en donde vivir y no sabía que más hacer. Después de deambular toda la noche, ya amaneciendo, entro a una iglesia y le pedí a la Virgen: ‘Ayúdame, porque no tengo para que quedarme y no tengo para que irme’. Fue instantánea su respuesta”, relata.

Ese mismo día un amigo le invitó a ir a Valencia, le ofreció donde vivir y además poder pintar. Estando allí recibió de otro amigo “un mensaje de la Gospa (la Virgen) que me cautivó. Toda la vida me había esforzado por pintar con el corazón, y eso era lo que radicalmente buscaba hacer y no lo cambiaba por nada”.

El mensaje hablaba de ‘orar con el corazón’. Eso me desarmó interiormente y pensé: “La Virgen me está escuchando”. Porque nadie podía saber, qué es lo que había, en lo más profundo de mi corazón, nadie”.

A partir de aquel instante comenzó a rezar el Rosario y a leer los mensajes de la Virgen. “Fue entonces que tuve una experiencia interior, que Ella me llamaba a venir a Medjugorje a agradecerle. Una vez aquí, entendí que lo que estaba viviendo, no podía vivirlo por mi cuenta, aislado. Ahí vi claro que debía ser dentro de la Iglesia”, agrega.

Ahora que está en Medjugorje como franciscano considera que este lugar es “como un puerto donde está anclado el Inmaculado Corazón, como refugio para todos los que estamos heridos. Me asombra como el corazón roto, sencillo, que se abre a la presencia de Dios, cambia de vida. El milagro más grande es la presencia de Jesús y de María. Podría resumirlo en lo que me dijo una mujer atea, mientras yo esperaba para confesar:  ‘No vengo a confesarme, no creo en Dios. Estaba en el mar y vi un cartel que decía Medjugorje y sentí la necesidad de venir. No creo en Dios, pero quiero lo que ellos tienen’. Lo que estaba queriendo era el Dios que ella veía en la explanada, en la gente disfrutando la presencia de Jesús, en los que se estaban confesando. Y al final se confesó ella también. La Virgen sigue llamando”.

En su día a día en Medjugorje, fray Pablo asegura que “cada día termino trabajando pastoralmente mucho. Dios permitió todo lo que viví para que conozca cosas, aprenda a sortear pruebas, y a ponerme de pie. Con esto dar una mano, como la necesité yo en su momento al llegar aquí, y ayudar a los que Dios ponga en mi camino. Comenzamos a celebrar la Eucaristía en español los domingos a las 8. Y lo que más quiero hacer, es intentar aprender junto a los peregrinos, a vivir los mensajes de la Virgen, a rezar el rosario y celebrar la Santa Misa con el corazón. Quedarme en Medjugorje está planificado por tres años”.

Y sobre su ministerio asegura que quiere ser un sacerdote “entregado a Jesús, que intenta ser fiel. Para eso me aferro a la Virgen, le he consagrado mi corazón y Ella me enseñó a llenarlo con la presencia de Dios. Con un sacerdote así, pecador, en camino de conversión. Pero también tengo muy clara y firme la radicalidad en seguir a Cristo, siendo auténtico. Que me haya llamado a mí, lo vivo como un regalo, como un don, totalmente inmerecido. Dios es así, se sirve de los inútiles para que se vea su gracia”.

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