Medjugorje – Virgen de Medjugorje

Saludo de Fr. Marinko Sakota a los congresistas del II encuentro nacional de España

Medjugorje, 9 de noviembre de 2015

A LOS PARTICIPANTES DEL CONGRESO EN ESPAÑA

Queridos amigos de la Reina de la Paz,

Os saludo de corazón desde Medjugorje, lugar en el que desde hace 34 años, la Reina de la Paz nos enseña a vivir con el corazón. Es hermoso constatar cómo vosotros también respondéis a su llamada. Qué los días durante este congreso os sirvan para renovar vuestro ser y que en cada uno de vosotros se despierte el entusiasmo por Dios, por el amor y por hacer el bien.

Recordemos ahora algunas llamadas importantes de la Reina de la Paz; en la escuela de la Virgen, una de las lecciones más importantes es la oración. La Virgen nos enseña a orar con el corazón. Orar significa no vivir solo sino con Dios. Orar significa no apoyarse en uno mismo y en las propias fuerzas, sino confiar en Jesús como mi consejero y amigo.

Así lo hacía María; Ella reflexiona y se pregunta: “¿Cómo será eso si no conozco varón?” y también “¿Hijo por qué nos has hecho esto?”. Pero María nunca se queda con su opinión, sino que se pregunta ¿qué es lo que Jesús opina?, por eso María habla pero también deja de hablar, habla pero también escucha. María escucha el pensamiento de Dios, lo que Dios desea. Por eso la escucha es la esencia de la oración. Mientras leemos la palabra de Dios escrita en la Biblia aprendemos a escuchar lo que Dios nos quiere comunicar.

Por otro lado existe la vida sin la oración. Y sería así: vivo solo, opino solo, sin Jesús, tomo las decisiones solo, me centro en mi forma de ver las cosas… eso significa considerar como lo único correcto lo que veo yo y cómo lo veo yo; lo que opino yo, es lo correcto.

Pero, si nos examinamos con sinceridad, nos daremos cuenta de que eso, en la mayoría de los casos, es equivocado; pues nosotros vemos sólo unilateralmente, sólo desde mi vista; pero existe el otro lado también, los otros y su forma de opinar; pero sobre todas las cosas existe la forma de ver de Dios…

¿Acaso tú también vives sólo? ¿Te apoyas únicamente en tus propias fuerzas y en tu forma de pensar y de mirar?

Es ahora cuando puedes elegir y decidirte por la vida con Dios, como lo hizo María. La Virgen desea que la oración se convierta en alegría, que descubramos la alegría en la oración y que nuestra vida llegue a ser alegría. Es más, que nosotros mismos lleguemos a ser la alegría de Dios en el mundo.

¡Qué hermoso sería eso! Dios su alegría la expresa a través de mí; ¡qué maravilla!

¿Cómo alcanzar la alegría? ¿Cuál es el camino hacia la alegría? Lo dijo bien un pensador: “Es extraño lo poco que necesitamos para ser felices, y aún más extraño que justamente ese poco sea lo que a menudo nos falta” (Ivo Andric, Premio nobel de literatura de Bosnia).

Alegre es aquél que no necesita mucho para la vida, aquél que se contenta con lo pequeño. Alegre es aquél que agradece a Dios, y cuando agradece, reconoce todo lo que tiene. Alegre es aquél hombre que tiene confianza en el Señor y en que todo irá bien.

Pregúntate ahora: ¿Cuántos motivos de alegría tienes?

Verás que tienes muchos, realmente muchos. Quizás tengas uno, dos, o tres motivos que te quitan la alegría; pero abre los ojos y confía en que tienes miles de motivos para que en este momento la alegría pueda despertar en ti.

Esto es lo que os deseo queridos amigos; que estos días del congreso alcancéis la experiencia de la alegría en la oración. Deseo que en vosotros se despierte la alegría; la alegría por ser el hijo amado y la hija amada de Dios. La alegría de ser único e irrepetible. La alegría de saber que te ha sido regalado tanto: personas, flores, pájaros, cielo, agua…

Todas las llamadas de la Virgen están en función de la renovación y del despertar de la vida. Cuando nos llama a orar, a celebrar la Santa Misa, a confesarnos, a ayunar, a adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar, a orar ante la Cruz, a leer la Palabra de Dios, a ir a la naturaleza… la Virgen desea que con esos actos la vida se despierte y renueve en nosotros. Si eso no llega a suceder debemos preguntarnos: ¿Cómo rezo? ¿Cómo ayuno? ¿Cómo celebro la Eucaristía? ¿Cómo me confieso? ¿Lo hago con el corazón? ¿Qué es lo que sucede en mí durante la oración? ¿Me cambia la oración? ¿Cambio yo en la oración?

Que estos días del congreso sean fructíferos para vosotros y para todos aquellos que encontréis. Os saludo desde el corazón. Vuestro,

Fra Marinko Sakota, párroco de Medjugorje.

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