¡Queridos amigos, reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!
En estos tiempos turbulentos da la impresión que el demonio trabaja incesantemente para generar confusión y malestar en muchas personas, intentando que decaiga la fe, la esperanza, la caridad, así como también las demás virtudes.
Sin embargo, si el maligno trata de generar tanta perturbación, es a causa de que está molesto, ya que él puede darse cuenta de la gran cantidad de hombres y de mujeres que en el mundo están buscando tener una experiencia más profunda de encuentro con Dios; y como a partir de las apariciones de la Gospa, una gran cantidad de personas ha regresado a Dios y a la Iglesia, así como también el resurgimiento de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa y de muchísimos otros frutos… y su odio es tan grande, pues no sabe cómo hacer para impedirlo.
Cuando alguien no logra sus objetivos, y trata de confundir a los demás, se suele decir la frase “da manotazos de ahogado”; lo cual nos lleva a pensar que su desesperación es mayor al saberse derrotado por Jesús, y por todos nosotros que somos Iglesia, particularmente cuando nos abrimos a los mensajes de la Reina de la Paz, y al deseo incesante de hacerlos carne en nuestra vida.
Esto ya lo había advertido Jesús en la parábola del trigo y la cizaña: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio” (Mt.13:37-39)
Nuestro Dios nos ha querido sembrar a cada uno de nosotros en diferentes pueblos, ciudades y países, para que a través de nuestro servicio y entrega, hechos con amor y alegría, ayudemos para que haya una abundante siembra y una generosa cosecha de buenos cristianos. Por eso a nosotros nos corresponde trabajar cada día la tierra del propio corazón, quitando las piedras y las espinas de la terquedad y la arrogancia, así como también la cizaña de la agresividad, la avaricia o la pereza.
A nosotros nos toca ser las manos abiertas de María en nuestros ambientes, a través del servicio a nuestros hermanos; pero también debemos ser sus labios para dar el conocer el Evangelio a quienes estén atribulados; y especialmente debemos ser su corazón; un corazón de puertas abiertas que reciba a todos los hermanos.
Por lo tanto -como decía mi abuela- debemos evitar: “hacerle al diablo el caldo gordo”, lo cual significa favorecer las turbulencias que trata de generar Satanás. Y es que, a veces sin querer, es lo que hacemos, especialmente cuando nos dejamos llevar por el pesimismo, las quejas, o cuando generamos divisiones en los ambientes donde Dios nos ha sembrado.
En una ocasión le preguntaba a Dios en la oración: “Señor ¿Cuál es el motivo por el cual hay cristianos que durante muchos años participan de retiros, o de peregrinaciones, están en grupos de oración o en movimientos eclesiales, y sin embargo se percibe que no crecen espiritualmente, lo cual se manifiesta en algunos signos, como por ejemplo: que no mejoran su carácter, en el modo de relacionarse con los demás, que llevan una vida cristiana muy superficial; otros en que, por cualquier motivo, dejan las comunidades a la que el Señor les llamó, o que cometen graves errores?”.
Y el Señor me respondió con el texto de Jeremías 2:13, donde da a entender que son: “Cisternas agrietadas, que no retienen el agua”.
Nosotros somos las cisternas, llamados a contener las bendiciones de Dios; y las grietas son los defectos que no se quieren ver; los modos de pensar o comportamientos equivocados que algunas personas niegan, o que no están dispuestas a reconocer o a cambiar.
Esas “negaciones”, son grietas por donde entra satanás a fin de generar turbulencias en el interior de una persona, para luego extender esas turbulencias a los diversos ambientes.
Suelen ser fisuras a través de las cuales el mal espíritu quiere robarnos las gracias que en algún momento hemos recibido de parte del Señor.
San Ignacio escribe -en sus reglas de discernimiento- sobre la manera que tienen de obrar los diversos espíritus, refiriéndose a esas grietas o fisuras como el “punto débil” de una ciudad amurallada, por donde entra el capitán enemigo con su ejército, con el fin de conquistar y saquear esa ciudad.
Por otro lado, en la parábola del trigo y la cizaña, Jesús nos recuerda que también Satanás siembra personas en el mundo, y que las mueve a hacer el mal; o al menos intenta que no hagan el bien que podrían hacer y que deberían realizar, cayendo así en los pecados de omisión.
Por eso Nuestra Madre con sus mensajes nos anima a ser sembradores de esperanza y de paz; y de manera especial, en este mensaje del 25 julio, cuando nos dice: “sean ustedes reflejo y ejemplo de que la fe y la esperanza aún están vivas y que un mundo nuevo de paz es posible”.
Por lo tanto, me parece importante que no reduzcamos los Mensajes de la Reina de la Paz a un conocimiento sólo de nivel intelectual, o a una experiencia meramente emocional; sino que los mensajes transformen toda nuestra vida, desde una experiencia permanentemente renovada del amor de Dios; así como escribía un poeta cristiano: “No es suficiente para mi simplemente admirar a Jesús o maravillarme por él. Lo necesito viviendo dentro de mí. Yo debo tenerlo como mi misma vida. Ya no necesito más teología acerca del Salvador. He pasado una vida aprendiendo doctrinas. Mi objetivo ahora es conocer a Cristo y poseerlo. Quiero que Jesús viva a través de mí, y que mi antiguo yo muera”.
Por lo tanto, en la mano extendida de Nuestra Señora, pongamos el anhelo de renovar diariamente la experiencia del amor de Dios morando en nosotros. Entreguémosle también a Ella nuestras cruces, los proyectos que pudieron haberse frustrado a causa de la pandemia, o cualquier otra situación que necesita de su mediación intercesora.
No dudemos en hablarle de nuestros planes, esperanzas, y metas; y en el momento oportuno comprenderemos que todo pasa. Y tú comprobarás que habrás crecido en sabiduría e intimidad con Dios, y que puedes ser feliz incluso en medio de las turbulencias de la vida.
Que la Virgen María, quien renunció a todo, y permitió que Dios le cambiara sus proyectos para encontrar el tesoro escondido, interceda por todos nosotros a fin de que pongamos todas nuestras potencialidades en acción, al servicio de Dios y de la Iglesia. Que así sea.
Padre Gustavo E. Jamut, omv
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