Nuevamente la Virgen Santísima nos invita a la oración personal; y si así lo hace es porque sabe que tenemos necesidad de más oración, de un encuentro con Ella y con Dios. Encuentros que sean cada vez más profundos y de corazón a corazón.
Hay quienes tienen la idea de que la oración es una obligación, siendo que en realidad es una necesidad del alma y un medio para vivir -ya desde esta tierra- como resucitados. Por eso la Reina de la Paz con gran delicadeza nos dice: “hoy los invito a la oración”.
Cada vez que entrando en nuestro interior nos ponemos en la presencia de Dios o de la Virgen, estamos sembrando con nuestra oración semillas de poder espiritual, las cuales germinarán y producirán frutos de múltiples bendiciones en el momento oportuno.
Uno de los mayores frutos es que por medio de la oración, el Espíritu Santo cada día nos va inundando de la luz Divina, nos va enamorando cada vez un poco más de Dios y de su voluntad, y nos impulsa para trabajar sin temores ni egoísmos para la salvación de las almas.
Además, la Virgen nos advierte que “Satanás es fuerte y quiere atraer hacia sí mismo cuántas almas sea posible”. Por lo cual tenemos necesidad personal de estar profundamente unidos a Dios para no ser arrastrados por las corrientes de superficialidad con las que el maligno intenta entibiar el fervor de nuestra vida espiritual. Pero también tenemos la obligación de orar no solo por nosotros, sino también de interceder pidiendo la liberación de todos aquellos que son esclavos de las ataduras diabólicas.
Otro fruto de la oración suele ser que quien ora, gradualmente se libera de los apegos, se siente más libre en relación con los bienes materiales, y se vuelve más generoso, compartiendo con los demás su tiempo y sus bienes, llegando de este modo a experimentar una liberación de los temores y miedos profundos, y experimentando una nueva sensación de paz duradera.
Por eso, en esta ocasión, y a la luz de este hermoso Mensaje de la Reina de la Paz, te invito a hacer con el corazón, la siguiente oración:
Virgen María, Reina de la Paz, tú que eres mi Mamá, enséñame a orar para ser colmado de la luz de Dios, y pídele a tu Hijo Jesús que me ayude a perseverar en los buenos propósitos que me dispongo a comenzar a partir de este día y de este mensaje que tú nos das.
Quiero recibir la gracia de que, sanando mi corazón de las ambiciones desmedidas y de la posesividad, también me liberes del espíritu de superficialidad y de materialismo con el cual he crecido, pensando que era lo normal y que estaba bien.
Tú jamás has dejado de amarme, pero siento que hoy me dices que ya es hora de cambiar.
Ayúdame a comprender que decisiones debo tomar en mi vida, qué propósitos de cambios debo realizar, para que mi generosidad se manifieste a favor de las obras de evangelización, en los más necesitados y en el servicio de todos aquellos a quienes tú me envíes. Amén.
Bendición final
Que en este día te bendiga Dios, que es: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Padre Gustavo E. Jamut, omv
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