Reflexión del padre Gustavo E. Jamut al Mensaje de la Virgen Reina de la Paz del 25 de mayo de 2020,
Medjugorje; Bosnia Herzegovina.
Queridos amigos:
¡Reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!
El Evangelio de Juan nos cuenta que un hombre llamado Nicodemo fue de noche a ver a Jesús; y fue en esa ocasión que Nuestro Señor hizo esa afirmación contundente que llega hasta nuestros días, y a través de la cual nos invita tener una vida nueva: “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.” (Juan 3:5).
Desde entonces todo cristiano ha recibido el GPS espiritual para conocer la dirección correcta hacia la santidad, esto es: el don de Dios y el esfuerzo humano para que cada día sea un nuevo renacer en la vida en Cristo, poniendo a los pies de la Cruz a la manera antigua y pagana de pensar, de actuar y de vivir, para dar espacio al hombre o a la mujer nueva en que cada día debemos renacer cada uno de nosotros.
Nuestras vidas y el mundo sólo podrán cambiar cuando unamos nuestro Sí diario (como el de María) a la fuerza del Espíritu Santo, a través de la oración hecha en la intimidad con Dios, en la morada más profunda de nuestro corazón y en respuesta a los desafíos que cada día la vida nos presenta.
Ante esta epidemia del covid-19, es posible que esté naciendo un mundo nuevo; pero de cada uno de nosotros dependerá si ese mundo nuevo va a ser mejor o peor.
Un querido arzobispo argentino, Monseñor Víctor Manuel Fernández, escribió al respecto la siguiente reflexión, que lleva como título “Después del coronavirus”:
Después del coronavirus podría pasar que no aprendamos nada. Entonces muchos saldrán desesperados a correr detrás de las novedades del mercado. Otros pasarán horas enfrascados en Internet como si todavía estuvieran en cuarentena. Otros buscarán ansiosos a qué restaurante ir, qué viaje hacer, qué placer efímero disfrutar. Simplemente más consumo.
Mientras tanto, los que no tienen recursos para vivir así no se quedarán mirando. Después de tanto miedo y de incertidumbre saldrán furiosos a exigir lo que la vida les negó. Todos contra todos.
Pero puede ocurrir otra cosa: que después del coronavirus hayamos aprendido algo.
Entonces prestaremos más atención a los árboles y a los pájaros, gozaremos del cielo abierto que no cuesta nada. Intentaremos dar a los otros algo de felicidad, ya que se nos ha regalado seguir viviendo. Volveremos a lo esencial sin exigirle tanto a la vida para ser alegres. Le daremos a cada ser humano un inmenso valor.
Recordaremos que todos somos hermanos, que nos necesitamos, y recuperaremos la comprensión, la pausa, la gentileza.
Pasar por un bar un momento sólo para tomar un café será un paraíso y ver a los niños jugar en la plaza, una fiesta.
Si esto ocurre, quizás, aunque pensábamos que no teníamos fe, nos brotará una oración tan simple y tan sentida: ¡Gracias!
Es por ello que la Reina de la Paz -en la misma línea que su hijo Jesús, y nuestros pastores-, nos está llamando a cambiar radicalmente nuestro modo de pensar y de vivir. Sólo así podremos ser como ella nos pide: auténticamente renovados en el Espíritu, de manera tal que lleguemos a ser oración para todos los que no oran, que seamos como una brisa cálida de esperanza y de alegría para todos los que no ven una salida, que seamos portadores de luz en la oscuridad de este tiempo turbulento.
A cada uno de nosotros nos toca crucificar y sepultar cada día al hombre o a la mujer mundana, que se queda en una religiosidad superficial y en hábitos que -sin ser pecado grave- son anti testimonio para los demás, a fin de dejar espacio al hombre y a la mujer que vivan con la alegría nueva de Dios, siendo instrumento para que las bendiciones de Dios se derramen abundantemente sobre la Iglesia, sobre cada país y sobre toda la tierra. Esto mismo fue afirmado por el apóstol Pablo cuando dijo: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva”. (Romanos 6:4).
¡Qué hermoso saber que algo nuevo está naciendo, y que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de ser un participante activo en la construcción de la obra que Dios quiere realizar en las familias, en el corazón de nuestros pastores y en cada rincón de nuestros países!
No perdamos entonces la oportunidad de ser de aquellos que están gestando esta vida nueva en Dios. Que así sea.
Padre Gustavo E. Jamut
Oblato de la Virgen María
http://www.comunidadmensajerosdelapaz.org/