“¡Queridos hijos! Ustedes no son conscientes de las gracias que viven en este tiempo, en que el Altísimo les da señales para que se abran y se conviertan. Regresen a Dios y a la oración, y que en sus corazones, familias y comunidades reine la oración, para que el Espíritu Santo los guíe y los anime a estar cada día más abiertos a la voluntad de Dios y a Su plan para cada uno de ustedes. Yo estoy con ustedes, y con los santos y los ángeles intercedo por ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado.”
El mensaje de este 25, como los demás, es un eslabón de una hermosa cadena de amor que construye la Santísima Virgen María en Medjugorje. Por tanto, todos los mensajes son importantes. No hay uno más importante que otro, porque todos se originan en la misma Fuente: el Corazón Inmaculado de la Madre de Dios. Por consiguiente, se deben recibir estos mensajes del mismo modo como nos llegan a nosotros: con amor.
En el mensaje de este 25 de mes la Madre dice: “¡Queridos hijos! Ustedes no son conscientes de las gracias que viven en este tiempo, en que el Altísimo les da señales para que se abran y se conviertan” Esta primera parte del mensaje no es para todos, y lo que sigue, tampoco, toda vez que hay muchos, que a nivel mundial, han comprendido las “señales” que Dios da en estos tiempos, y que invitan a sus hijos a la conversión. Pero la Madre, en esta ocasión, no habla de ellos, sino de quienes aún, pese a tantos “signos”, insisten en tener cerrado el corazón. ¡Este es el meollo de la situación! Por lo que se puede afirmar las dos dimensiones del mensaje de este mes: una imperativa para quienes mantienen cerrado el corazón y otra exhortativa para aquellos fieles que han comprendido los “signos” especiales que Dios da —y que invitan a la conversión—, y que por lo mismo, deben trabajar por la conversión de los demás. Entonces, cada quien debe preguntarse en qué grupo está, y así decidir cómo responder. Ahora, hablemos del primer grupo: quienes no comprenden las “señales” que invitan a la conversión.
Desde que Dios eligió a Israel como Su pueblo —pero también antes y después, de muchas maneras a los demás pueblos de la tierra en sus propias culturas— no ha dejado de manifestar “señales” que invitan a la conversión. El problema no consiste es que Él no envía “señales”, sino que los pueblos no las reconocen. Se podría afirmar, fundamentalmente, que hay dos tipos de “señales”: las que provienen de Dios y las que provienen del ser humano. También se podría pensar en una tercera clase: las que provienen del Maligno. Entonces, el problema no consiste en que no haya “señales” divinas, sino que el ser humano no las reconoce e interpreta sabiamente; las “señales” que lo salvan, que lo iluminan por el camino del bien, del amor, de la paz, de la alegría. ¿Cuáles “señales” vienen de Dios que invitan a la conversión en estos tiempos? Se responde: las que han estado por dos mil años, en primer lugar: los sacramentos, luego el Magisterio, la Biblia, el testimonio de los Santos, los milagros y en forma más extraordinaria: las apariciones de la Madre de Dios. Y sobre esta “señal”, Ella misma se ha referido muchas veces en Medjugorje, por lo que se puede pensar que también en este mensaje alude a eso.
En cierta ocasión René Laurentin, famoso mariólogo reconocido, comentó sobre Medjugorje: “aquí hay más “señales” de autenticidad de las que hubo en su tiempo en Lourdes y en Fátima. Sin embargo, muchos no las reconocen, no las aceptan. No podemos juzgar la manera de pensar de cada uno, pero no deja de ser curioso preguntarse: ¿porqué muchos no son conscientes de este gracia? La respuesta quedará en el misterio, porque sobre Medjugorje hay más pruebas a favor de la autenticidad de las que pueden existir en contra. Sin embargo, la Madre desea que, no sólo frente a Medjugorje, sino también frente a las demás “señales” que Dios da, los fieles se abran y se conviertan. Y en esto podemos ayudar quienes creemos en esas “señales” de Dios. Primero: con nuestras oraciones más que con nuestras palabras. Segundo: con nuestro ejemplo, más que con nuestras acciones. Ejemplo significa: ejercicio de la virtud en general: del amor, de la humildad, de la generosidad, de la prudencia, de las prácticas de piedad con el corazón…
También la Madre dice: “Regresen a Dios y a la oración, y que en sus corazones, familias y comunidades reine la oración, para que el Espíritu Santo los guíe y los anime a estar cada día más abiertos a la voluntad de Dios y a Su plan para cada uno de ustedes.” Cómo se ha firmado, en el mensaje de este mes, la Madre no aparece tan preocupada por quienes viven sus mensajes sino por aquellos que no se abren a los “signos” que Dios da, y a estos los invita a “regresar a Dios y a la oración”. Ahora bien, esta segunda parte del mensaje es clave, porque también ayuda a quienes se consideran verdaderos creyentes: quienes, según el mensaje, están con Dios y saben orar, quienes en sus corazones reina la oración; a quienes el Espíritu Santo los guía y los anima a buscar ante todo, la voluntad de Dios. Es lo que la Madre ha dicho. Quien vive de esta manera no tiene problemas, está bien espiritualmente, habría que felicitarlo y animarlo a perseverar. Pero el inconveniente lo tienen, seguramente, la inmensa mayoría: quienes viven una vida frívola, sin Dios. Por lo que se repite: hay que orar por ellos y saber darles buen ejemplo. Pero consideremos lo que la Madre espera y que se puede resumir en dos cosas:
1. Vida unión con Dios por medio de la oración con el corazón: para que el Espíritu Santo sea el animador continuo. 2. Vivir en la voluntad de Dios de manera que Su plan se realice en la vida personal de sus hijos.
En realidad, estas dos tareas no son difíciles de cumplir y resumen el proyecto la que Virgen trae. Sin embrago la realidad es otra: que la gente no se abre a este plan. Parece que el hombre cada vez más prescinde de Dios para todo, no le interesa contar con Él para sus proyectos. Quizá se pueda firmar que uno de los rasgos característicos de la personalidad común del ser humano contemporáneo es el narcicismo y por ende, el rechazo a Dios. Prevalece la cultura del placer, del dinero, del materialismo, de la tecnología. Por lo que la Madre advierte que el problema de todo consiste en el rechazo a Dios. Y de esta manera no encontrará la felicidad. Por eso Ella habla, por eso aparece, por eso tantos “signos” Dios da.
La tercera parte del mensaje es una pieza fundamental para vencer el egoísmo contemporáneo que cierra la puerta del corazón a Dios: “Yo estoy con ustedes, y con los santos y los ángeles intercedo por ustedes”. Esto significa: que todos contamos con una Madre para vencer el distanciamiento del corazón a Dios. Quizá la mayoría de los que hoy creemos en Dios hemos recordado que en el proceso de fe, comenzó con la madre. Por lo común, ella es quien primero habla de Dios a su hijo, quien primero le enseña a rezar, quien primero lo lleva a la iglesia, quien primero piensa en el bautismo, quien primero piensa en los padrinos, quien luego se preocupa que su hijo desarrolle la virtud, que conozca y asimile la Palabra de Dios. Es ella quien más disfruta cuando el niño hace la Primera Comunión, la Confirmación…Entonces, en el proceso de la fe, la Madre desempeña un rol importantísimo, y lo mismo ocurre en estos tiempos de enfriamiento por medio de la intercesión de María: Ella nos habla cada mes, Ella como Madre nos inspira, Ella nos transmite como Madre su calor maternal, su cercanía, su amor… Porque en nuestras vidas, como seres humanos, la educación moral y de la fe, comenzó con una madre. Recuérdese que la madre nos brindó el primer amor en el vientre, después en los brazos mientras nos lactaba; nos enseñó hablar, a dar los primeros pasos, a rezar… Esta es la psicología del ser humano: está vinculada fuertemente hacia la figura materna. Lo que también explica porqué ahora, en medio de la inmensa enfermedad espiritual que sufre el mundo, Dios envía a nuestra Madre. Por lo habría que abrirle el corazón y acogerla como primero como Madre. Pero también en este mensaje dice algo bello: “Yo estoy con ustedes, y con los santos y los ángeles intercedo por ustedes”.
A lo largo de la vida del ser humano, en los momentos más difíciles, a demás de la figura de la madre y de padre, hay otra figura que le ayuda a resolver los problemas y a confrontarlos con paciencia: la de los amigos. Y para nosotros los cristianos, esos son los santos y los ángeles: amigos nuestros. No son nuestros jueces, sino amigos. Podemos contar con ellos para todo, pero sobre todo: para vivir en la voluntad de Dios. En el mensaje de este mes la Madre ha vuelto sobre el tema de la comunión de bienes espirituales entre el Cielo y la tierra. Entonces, por medio de este mensaje podemos recurrir con confianza a la mediación de los santos y ángeles: rezarle, esperar su ayuda y confiar en su intercesión.