“Queridos hijos: Que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración y de silencio. Hagan descansar su cuerpo y su espíritu, que permanezcan en el amor de Dios. Permítanme, hijitos, que los conduzca. Abran sus corazones al Espíritu Santo para que todo el bien que hay en ustedes florezca y produzca frutos al céntuplo. Comiencen y finalicen el día con la oración con el corazón. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
El mensaje que hemos recibido de la Madre de Dios para este mes, se puede dividir sin dificultad en cuatro partes. Comienza diciendo: “Queridos hijos: Que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración y de silencio. Hagan descansar su cuerpo y su espíritu, que permanezcan en el amor de Dios.” Este primer fragmento hace referencia al tiempo de descanso que los fieles toman en el hemisferio norte occidental. Es común para este tiempo en el norte tomar las vacaciones anuales para descansar del trabajo laboral y del estudio. Pero esto no significa que la Madre no hable de igual manera para quienes en este tiempo no toman sus vacaciones. Recuérdese que la presencia de María es una presencia inculturada y, por consiguiente, el mensaje es válido fuera del lugar donde aparece. En tal caso, para quienes por ejemplo habitan en el Sur hay que tomar en cuenta el sentido del mensaje para cuando llegan las vacaciones y de todos modos, ver en él los elementos exhortativos válidos para toda ocasión.
La Madre de Dios sabe que el cuerpo, la mente y el espíritu necesitan anualmente unas “vacaciones”. ¡Considérese que hasta Jesús y sus apóstoles necesitaban descansar! (cf. Mc 6:30-34) Lo que no es correcto es abandonar la vida espiritual durante el tiempo del descanso. La Madre que conoce mejor que los hijos la debilidad del corazón, advierte que durante el receso anual de las actividades cotidianas, no se debe abandonar la vida espiritual. Por eso dice: “Queridos hijos: Que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración y de silencio. Hagan descansar su cuerpo y su espíritu, que permanezcan en el amor de Dios.” Es decir, durante el descanso no se debe abandonar la oración. El descanso o las vacaciones anuales —para la Virgen María— son tiempo de oración. Es como si dijera: “ahora que no trabajan ni estudian, procuren orar más. El verdadero descanso del cuerpo y del alma es la oración”. Obsérvese que el mensaje dice: “Que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración y de silencio. Hagan descansar su cuerpo y su espíritu, que permanezcan en el amor de Dios.” Todo sumado indica que el verdadero descanso lo otorga Dios mismo. Mucha gente que busca el descanso en el mar, la montaña, en los hoteles, en los viajes… ignora esta gran verdad. Y no es que la Madre se oponga a los viajes a la montaña o al mar… más bien lo que desea es que a la hora de viajar para descansar, o bien, al momento de tomar las vacaciones, no se olvide el alma de Dios. Por eso dice: “Que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración y de silencio”
Considérese que la oración y el silencio son dos actitudes interiores que van de la mano. El que ora sabe hacer silencio y quien habitualmente sabe callar el corazón, no tiene dificultad para escuchar la voz de Dios en el corazón, porque Dios habla en el silencio. El descanso es tiempo para la oración y para el recogimiento interior. En suma: es tiempo para Dios. Para crecer en el amor hacia Él. Es lo que pretende decir María, toda vez que muchos se distraen de la vida interior durante las vacaciones anuales y dicho tiempo se debe aprovechar más para la vida interior que para lo exterior. Es el sentido del mensaje. Alguno dirá: —”¡Es que María no nos da tregua!” Probablemente es cierto. Pero todo depende de cómo se vean las cosas. No puede ser tregua descansar de Dios. Dios no cansa a nadie porque Dios es amor y el amor siempre es una necesidad del corazón humano y el amor siempre es placentero. Nadie deja de amar en vacaciones. El amor nunca toma descanso en la historia de la humanidad, y lo mismo debe ocurrir en la oración. Recuérdese que orar es también amar. Es experimentar el amor de Dios y que Dios experimente el nuestro. Dios no toma vacaciones en sus relaciones personales para con sus hijos y por ende: sus hijos tampoco deben tomar vacaciones de Él.
También el mensaje dice: “Permítanme, hijitos, que los conduzca.”. Se recuerda, que al concluir el Concilio Vaticano II el Papa Pablo VI, a nombre de todos los Padres Conciliares, proclamó solemnemente la Maternidad Espiritual de la Virgen María sobre la Iglesia de Cristo y la Humanidad. Y María ejerce parte de esa maternidad espiritual en estos tiempos por medio de sus mensajes en Medjugorje. Ponerse en manos de la Virgen, obedecer sus mensajes, es obedecer a Dios, porque Él la envía para ayudarnos, para socorrernos, para instruirnos, para educarnos en la fe. Permitirle a la Virgen guiarnos es acoger un hermoso don de Dios para los tiempos que vivimos.
María desea que todos sus hijos le abran sus corazones. No obstante, no puede obligar a nadie que lo haga. En muchas almas María sólo se queda en la puerta del corazón sin llegar a entrar nunca.
El tiempo del descanso también es un tiempo mariano. ¡Adviértase en el mensaje este hincapié! Es tiempo para crecer en la intimidad con María, para meditar sus mensajes en Medjugorje, para rezar el santo rosario con más devoción y recogimiento: con mayor entrega y conciencia de cuanto se medita. Es común para todos, recordar las imágenes ejemplares del Beato Juan Pablo II, desgranar caminando las cuentas del santo Rosario durante sus vacaciones de verano en los Alpes. Entonces sigamos ese ejemplo: el descanso es para orar y para crecer en el amor a María. La Madre ha dicho: “permítanme [en este tiempo] hijitos que los conduzca” Es porque Ella sabe que durante el tiempo de las vacaciones anuales muchas almas se alejan de Ella y otras llegan hasta ofender a Dios. ¡No! ¡Imposible! El tiempo del descaso en también tiempo para la Madre. Se debe aprovechar la ocasión para meditar con mayor profundidad sus mensajes en Medjugorje, leer algún libro de espiritualidad mariana, acudir los Primeros Sábados a la Iglesia y hacer la Confesión y Comunión ese día como acto Reparador por tantas blasfemias e ingratitudes, respondiendo a Su invitación en Fátima.
La tercera parte del mensaje dice: “Abran sus corazones al Espíritu Santo para que todo el bien que hay en ustedes florezca y produzca frutos al céntuplo”. Quizá sea esta la parte más desafiante del mensaje. Obsérvese que quien ora, y hace silencio interior, no tendrá mayor dificultad para abrir el corazón. A menudo: los que no están habituados a la oración son quienes tienen dificultad para abrir el corazón a Dios, porque lo que abre el corazón a la Trinidad Santísima es la oración misma, toda vez que el corazón (que es rígido) sólo se puede abrir por la oración misma. Cuando la Virgen dice: “abran el corazón” está invitando a orar, porque la apertura del corazón es el primer paso para hablar con Dios. Con el corazón cerrado no se puede escuchar a Dios.
¿Cómo abrir el corazón?
Lo primero es abrirse al amor. El corazón es la puerta al amor y Dios es amor. Lo que entra cuando se ora es puro amor y el amor puro, que es el amor de Dios. Abrir el corazón es sinónimo de rendirse al amor de Dios. Quien a lo largo de su historia ha amado, ha experimentado el amor sabe lo que es orar, sabe lo que significa abrir el corazón. El corazón no se abre al rencor ni al odio. No se abre a la vanidad, ni a la ira, ni a la ambición, ni a la lujuria… sólo se puede abrir al amor, y Dios es amor. Un día dijo la Virgen: “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor” Tres veces lo mencionó por medio de una aparición a Mirjana. Téngase en cuenta pues, que experimentar a Dios es experimentar el amor y lo demás esclaviza. Sólo el amor de Dios libera. La Madre quiere y espera que durante el verano en el norte: los corazones se abran de par en par a la gracia de Dios, para que del mismo modo que los árboles y plantas florecen en este tiempo, también las almas puedan florecer y dar frutos al céntuplo.
Quien ora, quien se abre al Espíritu Santo descubre todo el bien que hay en el interior. Dios no hace basura. Cada hombre en el mundo es un don de Dios, una imagen irrepetible de su bondad y de su misericordia. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Su Creador. La Madre espera que el tiempo del descaso actual sirva también para descubrir y apreciar los dones y talentos que todos tenemos. Por lo tanto, este tiempo es tiempo para orar al Espíritu Santo y que pueda descender con fuerza en los corazones.
Al final del mensaje la Madre dice: “Comiencen y finalicen el día con la oración con el corazón.” Esta expresión ha sido muy común a lo largo de estos treinta años y un mes que la Madre tiene de estar visitando la tierra. Durante el receso anual de las actividades cotidianas habituales, se debe empezar el día con oración. Por lo tanto, se debe ir a Misa, de ser posible: rezar el santo rosario en familia cada día y reservar espacio para meditar la Palabra de Dios, para la Liturgia de las Horas y para el ayuno. ¡También en verano se ayuna! La Madre quiere que sus hijos, no obstante el tiempo del descanso, no descuiden la vida espiritual, que permanezcan conectados con Dios y con Ella.
Al respecto de la oración “con el corazón” hay que precisar que la misma es un don de Dios. No se puede orar con el corazón si Dios no concede la gracia para hacerlo. Pero se debe esclarecer que Dios Padre, por lo común, concede este don a quienes no descuidan el trato de amistad con Él. El problema es que muchos quieren orar con el corazón de un día para otro sin haber cultivado primero la amistad con Dios. ¡Imposible!. La oración con el corazón es un regalo que emerge de la amistad permanente con Dios. Es un fruto del amor que surge entre el alma que se dona a Dios en la oración y de Dios que se dona al alma que se entrega a Él. Orar con el corazón es sinónimo de vivir enamorado de Dios. Poder decir como Teresa de Ávila: —”Sólo Dios basta”, y como Francisco de Asís: —”Mi Dios y mi todo” Y para vivir enamorado de Dios, hay que estar “tratando de amistad muchas veces a solas con quien sabemos nos ama” (Sta. Teresa de Ávila).
Entonces, el tiempo del descanso del cuerpo y del espíritu es tiempo para Dios. Tiempo para orar más con el corazón y para disfrutar de la amistad dulce de Dios, sin prisas, sin otras ocupaciones que distraen y que alteran el estado sosegado del alma que dificulta la experiencia de Dios. Descansar es necesario pero mejor todavía: experimentar el amor de Dios. Luego podrán venir los frutos al céntuplo.
Oremos.
Jesús, delante de María Te pido que me ayudes a hacer silencio en mi corazón, y a liberarme de tantos ruidos, de tantas emociones negativas que me impiden orar. Quiero ser dócil a Mi Madre y abrirte mi corazón sin algún tipo de reservas. Por eso una vez más me abandono a Ti. Tú eres la razón de mi felicidad y no las vacaciones, ni el descanso. Tampoco el mar o la montaña. La creación está hecha para que la pueda disfrutar y apreciar contigo. Por eso Te abro hoy mi corazón. Visítame. Quiero hacer de este tiempo un tiempo de gracia. Por eso ahora te coloco en el primer lugar de mi corazón: ven a mí, Te necesito. Enséñame Tu a descansar en el Espíritu.
Espíritu Santo: Tu me enseñas a orar: ¡Ven a mi corazón! Me abro de par en par a Tu gracia. Te necesito. Espíritu Santo Tu eres mi Consolador, mi verdadero descanso. Sé que por medio tuyo puedo experimentar el dulce amor de Dios. Por eso Te invoco: Espíritu Santo desciende a mi pobre corazón egoísta, débil, mentiroso, apegado a los bienes terrenales… Entra y derriba mi orgullo, todo lo que me impide vivir en la plena voluntad de Dios.
Espíritu Santo: calienta mi corazón como calentaste el corazón de los Apóstoles en Pentecostés. Necesito esa llama viva de amor en mi. ¡Ven Espíritu Santo a mi corazón y enciende el fuego de Tu amor!
Tu eres la llama vida que mi corazón necesita. Creo firmemente en Ti y en cuanto haces en todas las criaturas para su salvación.
Espíritu Santo: desciende con poder a mi corazón: concédeme el don para orar con el corazón. Ven y regálame este don en este tiempo.
Oh Virgen Madre María: ¡Gracias por interceder ante Tu Hijo, en este momento, por mis necesidades! A Ti también te abro mi corazón porque eres mi Madre.
Madre mía: ¡Te necesito! ¡Gracias por cuidarme, por estar pendiente de cada una de mis necesidades! Hoy Te acojo una vez más como la Reina y Señora de mi vida, de mi familia, de mi comunidad, de mi Iglesia. Ayúdame a poner en práctica cada mensaje que me das para el provecho espiritual de mi alma. ¡Tú eres mi Reina, la Reina de la Paz de mi Corazón! ¡Gracias María por Tus mensajes! Dios te salve María…
P. Francisco A. Verar